DIARIO DE UNA GUÍA AFICIONADA

 

DÍA 1

Mi nombre es Aranisseë, soy islandesa y resido en el Camino de Alfhóllsvegur, entre Raykjavík y Kopavogur, aunque no paro mucho en casa.

Generalmente me dedico a los turistas, lo que me lleva a recorrer el país continuamente, aunque en realidad soy guardián de la naturaleza y es algo que me tomo muy en serio; que se lo pregunten al Sr. Matthiasson, secretario en el Departamento Islandés de Autopistas en Reykjavík, al que casi vuelvo loco. Sonrío.

Y aquí estoy, en el aeropuerto internacional, a la espera de viajeros ávidos de aventura. Tras haber descartado a un grupo de asiáticos por lo numeroso, y a otro de alemanes por avanzada edad, localizo a un grupo de españoles que, aunque solo conocidos de hace unas horas, parece bien avenido.

En la salida los esperan Jose y Nadine, de Tierras Polares, para establecer dos grupos. Con el primero ya he viajado en varias ocasiones, lo que me lleva a decidirme por él. Nos montamos en su “mistery machine” y ponemos rumbo a Reykjavík.

Mientras los viajeros charlan, voy haciéndome un esquema mental de sus perfiles:

  • Livia, una dulce italiana dispuesta a perfeccionar su castellano.
  • Mariam, una pediatra madrileña con ganas de evadirse.
  • Alicia y Bárbara, amigas viajeras que parecen llevarse muy bien.
  • Y un matrimonio, también español, tal como constaba en sus pasaportes.

Tras dejar al matrimonio en su hotel, me instalo con las chicas en un pequeño y coqueto apartamento cerca del centro. Nuestro guía se marcha hasta el día siguiente y tenemos la tarde libre. No han hecho más que dejar las maletas y ya se preparan para visitar la ciudad. Parece que va a ser una semana agotadora…

De primeras me gusta la actitud del grupo: ganas de disfrutar, buena conexión entre ellas y cumplimiento de las costumbres islandesas: ¡fuera zapatos¡.

Bien abrigadas y con las cámaras preparadas nos sumergimos en la pequeña ciudad. La primera parada será en la iglesia Hallgúmur, desde la cual disfrutamos de una bonita panorámica.

Tras un rato callejeando, nos dirigimos al puerto donde las jóvenes degustan una rica sopa de langosta y brocheta de bacalao, acompañadas de una cerveza Gull.

Parece que las chicas han quedado con el otro grupo guiado por Nadine: Esther, Silvia, Jorge, Julio, Roberto y Alejandro. Nos encontramos en un bar donde charlamos y reímos. Reciben una llamada de Jose: parece que hay auroras boreales sobre la ciudad. Así que todos a buscarlas, en especial Esther, la chica de pelo azul y optimismo permanente.

Tras un rato disfrutando de ellas, nos marchamos a descansar. Todos están agotados después del largo viaje, y mañana iniciamos la ruta.

 

DÍA 2

El día amanece lluvioso, muy lluvioso, tal como se preveía. Nos dirigimos hacia la colina cercana a la capital, Skógraektarfélag Mosfellsbaejar, e iniciamos el ascenso bajo la lluvia. Las vistas de la bahía y de la ciudad se resisten a mostrarse con claridad desde lo alto, así que deciden tomar rumbo hacia Thingvellir, allí donde se asentaba el antiguo parlamento islandés y donde se unen las placas tectónicas americana y europea.

Estamos rodeados de agua: río, lago, cascadas y lluvia, ¿quién da más?. Tras intentar no irrumpir la tranquila vida de los salmones, nos dirigimos a la cascada de Gullfos. No recuerdo las veces que he visitado este lugar, pero no deja de sorprenderme. Además, hoy nos regala un enorme arcoíris, quizá un saludo del pequeño Gabriel el Vikingo desde allá donde esté.

Hoy les tengo preparado otro curioso lugar: Geysir. El olor a huevo cocido no empaña el paisaje que parece propio de otro planeta. Aunque debido a sus continuas erupciones es más seguido el géiser Strokkur, yo me quedo con el Gran Géiser, tranquilo y solitario. Las amigas viajeras no pueden parar de disparar sus cámaras fotográficas.

De nuevo tomamos rumbo, esta vez hacia la pradera de Hella donde nos alojaremos, no sin antes hacer una parada en la cascada de Urridafossi para disfrutar de sus aguas doradas.

Tras instalarnos en una bonita cabaña de madera nos reencontramos con los chicos. Disfruto observándolos. Están felices por todo lo conocido en el día de hoy. Ahora toca relajarse en el hot-pot hasta la cena: un riquísimo salmón al horno.

Antes de irnos a la cama, Alejandro el canario nos imparte una clase de bachata. La única que se anima a salir a la improvisada pista es Alicia. Observo como mira Livia al muchacho de una forma especial… Aquí hay tomate, como diría la mexicana Silvia.

Dulces sueños a todos. Esther se queda a esperar a las auroras, como hará cada noche.

 

DÍA 3

Hoy nos marchamos hacia Vík, tras observar las laderas del famoso volcán Eyjafjallajökull.

Una vez en la costa, ascendemos hasta el faro. Las vistas son espectaculares. No importa hacia dónde dirijas tu mirada. Nos fijamos en Dyrhólaey, una formación rocosa de más de cien metros de longitud con un curioso arco bajo creado por la erosión marina de forma natural. El contraste de colores es increíble: tonos de azules, negros y verdes crean una estampa de lo más pintoresca.

Descendemos dando un paseo hacia la playa y nos dirigimos al pueblo donde retomamos fuerzas. Y de allí a Reynsfjara, la playa negra, estoy segura que una de las más bellas del mundo.

Llegamos a la cascada de Skógafoss, que nos saluda con otro gran arcoíris. Una vez subimos las elevadas escaleras que ascienden a lo alto de ella, recorremos el cañón del río. Precioso paseo donde vamos descubriendo nuevas cascadas, y durante la cual Jose va contando cosas interesantes a las chicas, muchas de las cuales le voy chivando.

Volvemos a la cabaña. No hay mejor manera de acabar el día que con un buen pedazo de cordero a la brasa. Buen provecho.

 

DÍA 4

Hoy toca adentrarse en el Parque Nacional de Skaftafell, desde donde podemos contemplar el glaciar Vatnajokull.

De regreso a “mistery machine” nos cruzamos con una pareja de turistas acompañados de mi compañero y amigo Thalidelothion. Tan discreto como siempre, no se quiere hacer notar. Es uno de los mayores informadores del “mapa del mundo prohibido”.

Continuamos hacia Jokulsárlón. Según vamos llegando, Jose sugiere al grupo que miren hacia el lado derecho, sólo al derecho. Observan una bonita playa salteada de icebergs y, a la orden de “a la izquierda”… Oh my God! La imagen más bonita de la isla para mí, y creo que para Bárbara también por como brillan sus ojos. Es el mayor lago glaciar de Islandia, que se encuentra repleto de icebergs. A pesar de su juventud, va creciendo de forma acelerada debido a la fusión de los glaciares islandeses.

Desde su orilla podemos divisar alguna foca. Me encantan las focas, será el subconsciente…

Me gusta como estas chicas disfrutan del país: miran, huelen, tocan… Mientras, parece que el matrimonio se hace fotos sin dar prioridad al espectáculo que tienen ante sus ojos. Mmmm… se merecen un escarmiento, voy a pensar…Sonrío.

Emprendemos nuevamente el viaje. Estas chicas no paran de reír y parece que lo están pasando muy bien.

Caminando hacia la cascada de Svartifoss me llega la inspiración. Qué mejor momento para llevar a cabo mi pequeña venganza hacia el matrimonio por no disfrutar de mi lago favorito como es debido. Me preparo para poner la zancadilla y controlo la fuerza para que no se lastime… la mujer tropieza sin mayores consecuencias. Entre la sorpresa y el susto todos sonríen. Yo también.

Cuando llegamos a la cascada, mientras las chicas disfrutan de ella y encuentran su parecido con la iglesia de Reyjkavík, Jose se lamenta de los escalones de hormigón que están construyendo. Estoy de acuerdo con él, me parece un despropósito. Creo que misteriosamente la maquinaria debería dejar de funcionar, tal como pasó en la construcción de la carretera junto a Reykjavík. Sonrío.

El sendero de vuelta muestra los colores del otoño en todo su esplendor y el sol se va poniendo. Pasamos junto a un bosque original islandés. -Seguro que aquí hay elfos-, comenta Bárbara tras escuchar un ruido junto a un ramaje. Disimulo.

Llegamos al albergue donde pasaremos la noche, pasado Kirkjubasiarklaustur. Las chicas bromean y se ríen, como siempre. Esto es el inicio de una bonita amistad.

Hoy se espera una buena noche de auroras y lo es. Bárbara aguanta el frío, la ocasión lo merece. En ese momento decido preparar alguna cosita para ella. Es muy bromista y se merece un escarmiento. Voy a pensar…

 

 

DÍA 5

Hoy madrugamos más que ningún día. Bárbara ha perdido misteriosamente sus pendientes que había dejado sobre la mesa. ¿Cómo habrá ocurrido? Sonrío.

Hemos quedado con Xavi, quien nos guiará en el glaciar Sólheimajokull: crampones, piolet y a caminar sobre el glaciar. Me siento segura porque Xavi lo conoce muy bien ya que lo visita casi a diario. Es muy importante porque el glaciar está en retroceso y cambia constantemente, lo que facilita sorpresas desagradables.

Las chicas han quedado encantadas con la experiencia, aunque unas más que otras. ¿Será por el glaciar?¿Será por Xavi? Quién sabe. Sonrío.

Ponemos rumbo a Glufrafoss y Seljalandsfoss. Hoy la primera de ellas se encuentra con menos nivel de agua, lo que nos permite acceder a través de la grieta a sus pies. Es divertido mojarse un poco. La segunda hipnotiza a Mariam. Creo que es su preferida. La rodean y observan el paisaje bajo la misma. Sólo se escuche el agua. No hace falta nada más.

Es bonito viajar observando los paisajes y más cuando el tiempo acompaña.

Llegamos al valle termal Ulvafjell, bañado por un sorprendente río termal y repleto de fumarolas. Livia y Bárbara se animan al baño. Jose nos enseña una fumarola formada en la última semana. Es un terreno en constante cambio.

Tras la sesión intensa de huevo cocido ponemos rumbo a Reykjavík. Hemos quedado con los chicos para cenar; luego un poco de noche islandesa. Jorge y Bárbara, expertos cortadores de trajes, observan a los autóctonos sin perder detalle; Julio y Roberto, amigos y residentes en Salamanca, buscan madres para sus hijos; Esther y Silvia preparan próximos conjuros para eliminar energías negativas. Son un grupo de los más heterogéneo.

 

DÍA 6

Preparados frontales y cascos nos ponemos rumbo a Leidarendi, cueva de lava de casi un kilómetro de longitud, para explorar sus entrañas. Me pongo a imaginar cómo en su momento, donde estamos pisando, circulaban ríos de lava.

Finalizamos la mañana en Blaá Lónid o Lago Azul. Si bien es un lugar muy turístico, merece la pena pasar un rato en este balneario geotermal. El grupo se vuelve a encontrar. Es divertido ver a todos con la cara untada de pasta de sílice, unas esperando mejorar su cutis y otros recuperar su melena.

Volvemos a Reykjavík. Tenemos la tarde libre para pasear por la ciudad e ir de compras. Nos acercamos al lago Tjörn, donde la gente aprovecha los bienvenidos rayos de sol mientras dan de comer a las aves.

Luego el grupo se va dispersando para buscar algún recuerdo que llevarse. Mariam se niega a marcharse sin su jersey, Bárbara sin su piel de reno y Alicia sin su taza.

Esto se acaba. Los chicos regresan mañana a España. He de reconocer que me siento afortunada con la elección. Me han hecho disfrutar por enésima vez de mi país. Espero que algún día vuelvan y pueda mostrarles el resto de la isla, pero esta vez todos juntos.

¡Sorpresa! Bárbara ha encontrado los pendientes en su maleta. Es lo que tenemos los Elfos, o Huldufolk; llámalo como quieras.

Me marcho con mi “gente escondida” al camino de la colina de los elfos.

Cualquier parecido a la realidad, es mera coincidencia.