Cartas desde Groenlandia

(Carlos Roldán, Kalaallit Nunnat 01-18 Septiembre 2017)

Viernes, 1 de septiembre de 2017

Tras dos viajes y una espera prolongada en Berlín de casi 8 horas pasan a recogerme desde el transfer de Alex Guesthouse al aeropuerto de Keflavik. La chica es educada y se ofrece a llevarme al día siguiente de vuelta al aeropuerto. Habitación triple para mi solo con baño y ducha compartida con agua procedente de la Blue Lagoon. Habitación sosa, el resto bien. Desayuno un tanto pobre. Me levanto temprano para visitar Keflavik y darme cuenta que están en fiestas, Big Band incluida. El humor de los islandeses en un tanto especial, tienen un photocall en la Giganta’s Cave! Tal cual. El tiempo es complicado, aire y las nubes amenazan lluvia.

Sábado, 2 de septiembre de 2017

Están en fiestas en Keflavik. En un restaurante con claras tendencias indi me hincho a beefburguer y patatas. Imposible terminar las patatas picantes. Lo de los nórdicos y los gigantes es de Traca: Skessuhelli!! Varios niños de la kindergarden Tjanarsul piden un mirador al mar con gigantes Steinn & Eleggja (Boeder & Sledgehammer), Trölls hechos con piedras. El vuelo a Narsarsuaq con Air Iceland está programado a las 17:45 h. A la hora del transfer al aeropuerto me encuentro en la guesthouse con un grupo de españoles. Una vasca, un catalán y una pareja. Uno de ellos es un antiguo conocido de Groenlandia. También hay un sevillano y una almeriense. Hago buenas migas y charlo horas con ellos. No son de mi grupo y aún no lo saben, pero sin duda serían buenos compañeros de viaje. Otro grupo de españoles, de edad avanzada, están en Keflavik. Ellos no serían tan buena compañía. Antes de embarcar me fumo un cigarro con el catalán. Comienza la aventura. Dejamos atrás el aeropuerto de diseño islandés. En el bus que nos acercará al bihélice una pareja me quita un mosquito que a punto está de acabar con mi vida. No lo vi, pero me dicen que era enorme. Las dos son muy agradables. Una se encargará de secarme amablemente la parka días después sin saber que era la mía, poco importa la propiedad privada en los viajes. Embarcamos.
Si no me equivoco soy el único español en las primeras plazas. Las horas pasan en un continuo goteo de españoles en la cola del baño. La azafata es gigantesca y a duras penas cabe por el pasillo. Al piloto se le hace un mundo entrar al baño de lo enorme que es. Todo lo que he leído del alcoholismo groenlandés parece correcto. El prototipo es un inuit de edad imposible de determinar, sentado en primera fila. Se merienda dos cervezas y la tercera la tira al piso. Cruza todo el avión dando tumbos para pedir un trapo. Difícilmente limpia el desastre, sin darse cuenta que la moqueta ha absorbido toda la cerveza. Dejo de mirar un minuto y ya tiene otra cerveza en la mano.  Charla animadamente y ríe con su compañero de asiento. Tiene facciones muy marcadas, el pelo muy grueso y la mirada hundida. Aún así, es cortés y no da problemas. Mi compañero de asiento no habla mucho. Se llama Konrad y es alemán. Dice que me ha visto antes en el Guesthouse de Keflavik. Converso con él y me enseña su cámara Nikon. Le digo que vamos a llevarnos muy bien. Sin darnos cuenta han pasado las dos horas y media del vuelo y ya sobrevolamos Groenlandia. Hace sol y entre los fiordos se distinguen claramente cientos de icebergs. Nos pegamos a la ventanilla embobados: el espectáculo es hipnótico. Al fondo un gran desierto blanco: el Inlandis. Aterrizamos en Narsarsuaq. Al bajar del avión hace bastante fresco. Austero y funcional. Todo el pasaje nos juntamos en una sala pequeña con una cinta de transporte de la que salen grandes piezas embaladas. Son propiedad de unos cazadores. Ellos nos comentan que son las piezas de un motor…Llega el momento de separarnos. Me despido del catalán y del sevillano con la almeriense. Recojo mi maleta, mi petate y salgo por la puerta. Delante de mi esperan tres chicas sosteniendo tres hojas. Durante unos segundos dudo donde mirar y entre los nombres extranjeros veo el mío. Quedé con Mery en que viajaría con la expedición internacional. Respiro aliviado. Sonrío y suelto “¡Ese soy yo!”. La chica sonríe y me dice algo parecido a “Bienvenido a Narsarsuaq, allí puedes recoger tu zamarra”. La miro y mientras inicio la marcha hacia el resto del grupo le digo, “me ha encantado lo de la zamarra”. Ella es Nora y será nuestra guía. La zamarra es la parka, compañera infatigable. Creo que las otras dos son Andrea y Eva. Un gran grupo de exploradores se entremezclan para recoger las parkas. Antonio, del personal del apoyo, me da la talla M. Mientras recibimos una mínima instrucción, me doy cuenta que mi compañero de asiento del vuelo está en mi grupo. Cargamos el equipaje en dos coches. Uno es una furgoneta y el otro un Toyota. Recorremos con Antonio “la carretera asfaltada fuera de núcleo urbano más larga de Groenlandia” hasta un embarcadero. No más de 500 metros. Allí nos ponemos la parka y otro compañero de fatigas, el chaleco salvavidas, obligatorio siempre que estés en zodiac en el agua o cargando pertrechos en los embarcaderos. Hacemos el primer change2change para abordar la zodiac del Capitán Ajo. No da tiempo a reconocer los rostros de mis compañeros, todo va muy rápido y yo me noto demasiado lento para prestar atención, fuera de los icebergs que campan por el fiordo. Ajo es un groenlandés bonachón que dice tener 45 años. 14 almas cruzamos el fiordo de Erick el Rojo camino a Qassiarsuq. Durante la travesía, Ajo nos vacila con ballenas. Carcajadas generalizadas. Le miro, me mira, nos descojonamos y me invita a ver cómo la aplicación que tiene en su móvil arroja la misma derrota hasta Qassiarsuq que el propio GPS de la lancha. Primeros icebergs con el sol empezando a caer en el horizonte. He perdido la noción del tiempo. La expedición está emocionada ante el recibimiento de los icebergs, que no son pequeños. En la primera travesía soy prudente y dejo la cámara en el petate. Todas las singladuras en lancha se resuelven siempre de la misma manera: Nora, ágil, salta de la embarcación y asegura la zodiac. Aún hace sol y con las parkas no notamos frío. Descargamos la embarcación y metemos nuestro equipaje en un 4×4. A unos 200 m está nuestro primer destino y no será el hostel Leif Ericksson. Será algo mejor: la casa de        Ramón.

Una casa pegada al fiordo, con un pequeño porche a la entrada para descalzarse. Trece viajeros entrando. El reparto de camas ha comenzado. A la izquierda, una habitación con cama grande, será para Pedro y Pera que vienen juntos. Justo en la entrada, un baño con ducha y una pequeña ventana (veréis que útil es la ventana en estas latitudes). Un pasillo en forma de L divide la casa en un salón-cocina grande y muy funcional. Otra habitación y un solárium de cara al fiordo. Al otro lado del pasillo, una habitación con seis literas y una pequeña estancia que haces las veces de cuarto de lavadora con dos literas y que es la más caldeada de la casa. Será la mía y la compartiré con Lolo y será la habitación más particular de todo el viaje. Mi ventana da a un porche de madera con unas vistas tremendas del fiordo. Dentro de la casa estaremos rondando los 30°C. No tiraremos el papel al retrete, irá directamente al cubo de la basura. Un dibujito nos los recuerda. En caso contrario todo derivaría al fiordo. Poco importa, esa primera noche mis deposiciones son de conejo, habrá que acostumbrar el intestino. En la cena las presentaciones y una breve charla de a qué nos dedicamos. Merie, Lolo (la bióloga que es capaz de imitar perfectamente a Jane Goodall), Stephane y Chris son franceses aunque Chris vive en Montreal. Francine inglesa. Nicola es italiano. Konrad, como sabéis es alemán. Pera y Pedro catalanes, Jonathan vasco y Jürgen holandés. Nora es alemana y maneja un castellano con marcado acento mejicano. Tras cenar customizamos las parkas con cinta aislante escribiendo nuestros nombres (poco durará ni falta que hará). Cambiaremos también las maletas por unos petates verdes “hidrófobos” que customizaremos, todos excepto Nicola que ya viene preparado con su petate amarillo (al mío le pondré una goma del pelo rosa con dos florecitas que me encontré por ahí). Por si las moscas, distribuimos bolsas de basura para resguardar el saco de dormir. Noche. Luna. No hay nubes. Un resplandor fulgurante recorre todo el cielo. Auroras. No me cansaré de verlas. Esa noche, casi en solitario y con una breve visita de Pedro, monto la cámara, el trípode y me llevo el recuerdo de la primera noche iluminada por auroras en Groenlandia.
Mis compañeros están descansando y fuera empieza a refrescar. Tengo que revisar la hora de las fotos. He salido con la ropa justa. Último cigarro en el porche y a la litera.
Mañana toque de diana a las 7.

Domingo, 3 de septiembre de 2017

Desayunamos y entre todos arreglamos la cocina y los platos. Ramón tiene lavaplatos por lo que la tarea es más rápida. Hay una mezcla de silencio y emoción. Todos andamos por la casa como pollo sin cabeza. Los exploradores se van agrupando. Los españoles hacen un núcleo duro y piden a Nora instrucciones en español desde la llegada al aeropuerto. Stephane y Chris serán inseparables. Merie y Lolo se entienden muy bien. Al holandés y al alemán les costará más entrar en la dinámica, pero Konrad está cada día más dicharachero y se interesa por usar su cámara en modo manual. En el avión le prometí que no volvería a usar su nikon en modo automático (al menos conmigo delante). Fran es la senior. Nicola irá bien siempre desde el principio por el carácter mediterráneo. En ése primer desayuno comienza la camaradería que nos acompañaría el resto del viaje. La batalla por la nutella no ha hecho más que comenzar.

Hoy no habrá zodiac. Nora nos informa que el plan es cruzar montañas hasta la granja de Tasiusaq en el fiordo de Sermilik. Hoy haré kayak por primera vez y como todas las primeras veces será inolvidable y además, será en un entorno único. Desde la base de Leif hacemos acopio de comida y cargamos con los termos llenos de agua caliente. Una breve marcha y nos presentamos ante el mismísimo Leif Erikson, hijo de Erik el Rojo y hacemos camino. Charlas breves mientras cruzamos lagos pequeños y riachuelos.
Nora nos cuenta que un compañero sacó a una oveja-cordero del río otra temporada. En la parada para picar y beber algo Pedro nos saca foto de grupo. Seguiremos el sendero hasta alcanzar un mirador desde donde se ve una inmensa bahía repleta de icebergs. Allí dirigimos nuestros pasos con los ojos abiertos de par en par. Un par de águilas en danza son testigos de nuestra presencia. En otra serendipia encuentro un maxilar inferior de un óvido con sus dientes intactos. Fácilmente salen 3 que volverán conmigo a España. Pasé las horas en el aeropuerto de Berlín esperando el vuelo a Islandia leyendo una edición de bolsillo de Las Montañas de la Locura, de Lovecraft. La portada es un óvido congelado en el hielo, con su ojo clavado en el lector y los dientes visibles sobre el hielo manchado de rojo sangre. Tras una caminata prolongada al sol llegamos a Tasiusaq. Recibimos instrucciones: no tocar a los perros, podrían tener rabia y no queremos comenzar con mal pie el viaje. Malamente cumplimos la norma.

En la granja niñas de 6 años pilotan un quad. El sendero está marcado,
fuera de él, los pocos campos arables de Groenlandia. “Keep your ass out the grass”. En una casa nos espera Álvaro, un gaditano que ha debido de hacerlo todo en la vida y que será nuestro guía de kayak. Tras un almuerzo merecido, un par de #1 y tiempo de tomar el Sol a unos 14° C, bajamos a la bahía. Varios kayaks esperan, y a su lado una gran yurta repleta de todo lo necesario para la aventura náutica. Veinte minutos después somos 11 superhéroes recibiendo instrucción de Álvaro. Pala asimétrica, centro del lado derecho fijo, mano izquierda flexible, brazos en 90° nunca por encima del hombro. Bajo ningún concepto girarse y bajo ningún concepto caerse al agua. Reparte bolsas estancas para las cámaras. Llevo la mía en previsión de que fueran pequeñas. Cargo con el 24-70 mm y es suficientemente grande y pesado para no ser fácil de manejar dentro de una bolsa desconocida. Ajustamos alturas y pedales y embarcamos. El capitán Jonathan será mi navegante. Más le vale, es capitán de velero y yo aprendí a entrar, pero no a salir. La tarde transcurre plácidamente y poco a poco cogemos ritmo, que obligo a Jonathan a marcar para no perder la marcha.
Poco a poco avanzamos y guiados por Álvaro nos acercamos a los inmensos témpanos de hielo flotantes. Por momentos voy sacando la cámara. Dos horas de paseo marítimo entre inmensas moles de hielo y obviando el incidente internacional franco-euskaldun-hispano, todo marcha a la perfección. Los brazos pesan. Sin velocidad no hay dirección. Mi navegante disfruta como un enano. Un inmenso iceberg flota en medio de las embarcaciones. Media hora después de volver hasta la playa ya estamos preparados para la ruta de vuelta, un poco más corta. De charla con Fran, no nos damos cuenta y nos quedamos atrás. El resto de la expedición ya han llegado a Ramón House y están duchándose. Nora nos espera paciente cerca de Qassiarsuq y me da las gracias.
Nos coge en un momento en el que la Luna sale por el fondo del fiordo y su luz se refleja justo a la altura de la estatua de Leif. Prometo mandarle la foto. Nora es Nikon también. Reanudamos la marcha, charlando animadamente los tres. Tras una ducha relajante, cenamos animados por conversaciones del día y al finalizar,  vía Nora, nos dan la voz de alerta. Tenemos una aurora tremenda encima de nuestras cabezas. Salimos todos como un rayo al porche delantero y observamos como una inmensa aurora baila justo encima de la casa. Salimos a la puerta de atrás, donde hay más oscuridad. El espectáculo es impresionante. Qassiarsuq se ha revelado como el mejor punto de auroras hasta el momento. Toca sesión nocturna. Sesión de cámaras express. Lumix de Pedro, Kodak de Lolo, las Nikon de Jonathan y Konrad, y por último la Sony de Fran, que se llevará una foto de la Luna saliendo frente a nuestra casa.
Todos se llevan un recuerdo feliz. Otro día revisar las cámaras mejor a la luz del día. Antes de dormir, les pido una foto de grupo bajo la luz de las auroras. La excitación y el azúcar impiden que se queden quietos 20 segundos.  Se nota el día y mi cuerpo pide cama. En el laundry-bedroom de Ramón la noche es un constante duermevela,
mitad excitación, mitad perturbación por el petardeo del reinicio de la caldera. La expedición lee, duerme o hace fotos en la oscuridad.

Lunes, 4 de septiembre de 2017

Hoy el destino será el Valle de las Mil  Flores y Glaciar de Kiattut. El desayuno es más animado, el tono se va elevando, entre peticiones y cortesías varias. El silencio ha desaparecido.  El navegante vasco empieza a soltarse y está más dicharachero con el inglés, que predomina entre la expedición sobre el español, el francés y por razones obvias el alemán. Parece que todos están contentos con sus fotos nocturnas. Con el reparto matutino del picnic comienza la andadura. Fuera maletas. Todos los pertrechos estarán a partir de ahora dentro del petate verde customizado. Comandados por Ajo dejamos atrás  Qassiarsuq y cruzamos el Erickfjiord hasta el embarcadero de Narsarsuaq. Al otro lado nos espera Antonio. Paseo corto en coche para llegar al lugar elegido para iniciar la marcha. Increíble, otro día de sol y de verano en Groenlandia. Dos semanas después el otoño se hará visible en todo su esplendor
en las montañas de Narsarsuaq. Empezamos a andar. A los pocos metros encontramos una estación científica que controla los niveles de CO2 (entre otros gases de efecto
invernadero) liberado por el permafrost. Llegamos al inicio del valle glaciar. El Kiattut está en claro retroceso. Se observa en el propio valle desierto cruzado por una suerte
de ríos y riachuelos que bajan fuertes. El camino es ligero hasta el momento y pasan las horas entre conversaciones con los expedicionarios, de flores comestibles y algodón ártico. Aquí Antonio me sorprende con un chascarrillo que me jode no haber dado yo con él, Nora la Exploradora. Es genial! Constantemente encontramos endrinas, arándanos, angélica, campanillas y Niviarsiaq (Chamaenerion latifolium). La angélica se usa para aliviar dolores y me lo apunto. Su tallo se puede comer como el apio y las flores se usan para hacer tisanas. En  Nanortalik compraré semillas de angélica sin saber que Qaqortoq está plagada. Llegamos a las mismas puertas del glaciar. Tres científicas, de moreno sospechoso una de ellas, nos adelantan. Allí mismo tienen otra estación científica. En este punto hacemos un breve descanso para un pequeño tentempié y afrontar un desnivel que bordea una cascada hasta el mirador del valle, desde donde alcanzaremos el glaciar, por encima de él. Fran se queda con Antonio. Comenzamos la ascensión en zig-zig. Las cuerdas no son seguras y hacemos el camino despacio. Voy demasiado abrigado y el calor es sofocante. Cada poco tiempo paramos para atravesar pasajes más delicados. Superamos unos 150 metros de desnivel y desde allí divisamos el valle. Las piernas me arden. Desde aquí el glaciar aún no es visible. Chris aprovecha el momento para hacer volar el drone y sacar impactantes imágenes. Continuamos hacia un lago de aguas cristalinas, me está llamando, y mucho. Hablo con Nora y me dice que el baño en el lago será después del picnic. Le digo que no será un baño, que tardaré menos de 10 minutos. Paro la expedición y mis piernas agradecen el fresco. Oigo las voces de mis compañeros. He detenido el avance. Se encuentran en un camino a unos metros de altura de desnivel. Me visto corriendo y me uno nuevamente al grupo. Me disculpo con Nora y aunque me da las gracias por el gesto noto en su mirada que he roto la disciplina del grupo.
Luego no habrá baño, tras la comida los cuerpos se enfrían. La comida es en el mirador al glaciar. No solo ha retrocedido. Su espesor ha disminuido de forma notoria.
Altas temperaturas y lluvias aceleran el proceso. Varios ríos descienden desde el glaciar arrastrando sedimentos y se mezclan con otros ríos más claros, formando un espectáculo de color entre el agua cristalina azul hielo y las aguas que arrastran sedimentos. La frontera entre las dos es claramente visible. En la confluencia de ambos se forman lodos finísimos que cubren esa parte del valle desde tiempos remotos. Recordando mi conversación un mes atrás con mi amiga Elena, una artista del vidrio, recojo una pastilla de lodo con un papel de cocina que encuentro allí mismo. La prenso y la meto en mi petate. Cuando lo funda en el horno, sus sedimentos darán color al cristal y revelarán los elementos que componen aquellas lejanas tierras. Más adelante guardaría la pastilla en un paquete de tabaco vacío y sorprendentemente no se desintegraría con el viaje. Después de descansar tras el  picnic con las mejores vistas
del mundo toca volver a bajar al valle con las fotos de cortesía. Rodeamos el lago, y acometemos la bajada, que es evidentemente más rápida. Una vez en el valle las conversaciones con el resto del grupo son más numerosas. Recogemos agua: aún cayendo la tarde sigue haciendo calor. Antonio todavía no ha llegado al punto de reunión por lo que avanzamos a pie para acotar la distancia. La luz ha cambiado. Solo se ven cables de un tendido eléctrico y algunas casetas del ejército de EE UU. Antonio llega, montamos los petates y en Narsarsuaq nos dirigimos a nuestro próximo destino. Si no me equivoco será el Capitán JJ quien nos lleve a Narsaq con todos los pertrechos. Llegamos al caer el día, con los icebergs flotando en el hielo vistiendo tonos dorados y tanto Stephane como Chris no perderán la oportunidad de retratarlos. Después del change2change obligado nos dirigimos al Hotel Narsaq para cenar. Tras días de sopa de verduras, thai, tomate y espárragos el menú se presenta irresistible en una pizarra: de primero sopa de ballena con arroz, panceta y patata. De segundo chuletas de cordero. Cerveza rubia fina. La decoración de madera es acogedora y las bombillas con filamento al aire dan un toque retro muy interesante. Nora nos ayuda con las traducciones y las recomendaciones de la camarera. Algo le ronda por la cabeza. Le suelto un abrazo y me largo a fumar a la terraza. En la cena chistes, traducciones simultáneas y comentarios acerca del sabor y la textura de la ballena. La carne se muestra estriada y recuerda a la carne estofada, pero con un regusto final a hígado, muy ligero. Su poder calórico se nota enseguida. El salón está caldeado y seguimos demasiado abrigados para la opípara cena. De segundo las chuletas de cordero acaban por rematarme. Los niveles de azúcar se han elevado con las patatas y ya vuelvo a tener conciencia de dónde y con quiénes estoy. En el intermedio salgo a fumar con Marie y tiene la feliz idea de que invitemos a Nora a cenar. Entre Lolo y ella se hacen
cargo y más tarde saldo mi deuda con ellas en el  Artic Café. En general el sabor fuerte de la ballena no es bien recibido y en la expedición ya hay objetores de conciencia en cuanto a la asimilación de proteínas de mamíferos del mar. Al finalizar Nora ya tiene todo arreglado para hacer noche en el  Hostel Narsaq Kayak. Enganchamos el remolque con los petates al Toyota y Nora sale disparada hacia el alojamiento. El resto nos vamos perdiendo poco a poco por las calles. Al llegar al hostel nuevamente botas fuera. Una gran estancia preparada para recibir multitud de expedicionarios sirve de gran armario abierto tanto para parkas como para el calzado. Compartiré habitación con Nicola y Jürgen, una litera y una cama. Me quedo con la litera de arriba (no era consciente aún de las noches de Narsaq…no se tenga en cuenta el detalle). Y sí, estamos en Narsaq y sí, el cuerpo pide marcha. Mientras ayudo a Konrad con su nikon a capturar auroras, Miguel, un bombero español que sirve de apoyo a otro grupo , me dice que hay concierto en Artic Café. La ciudad es demasiado luminosa para mi gusto y antes de montar mi cámara y trípode prefiero despendolarme. Marie y Lolo salen y les comento el plan. Fran, Nicola, Jürgen, Konrad, Pedro y Pera descansarán. ¡¡Con Jonathan seremos cuatro para quemar la noche de Narsaq!! Comienza la primera toma de contacto real con la gente, en su ambiente. Los cuatro seguimos las luces rojas mientras las auroras danzan incansables sobre nuestras cabezas. Apenas se ve gente por la calle. Algún rezagado busca llegar al bar. Por fin vemos el cartel: tiene pinta de ser un tugurio abierto hasta el amanecer. El mejor tugurio de todo Groenlandia.
No acertamos con la puerta y eso que aún no hemos empezado a pimplar. Damos la vuelta entera y allí, en mitad de la oscuridad una puerta, con un portero que nos saluda, y una habitación interior donde gente de edad indefinida fuma. El bar está hasta arriba. Tres zonas definidas: la barra que debe ser un lugar de conquista donde clavar la bandera cerca del datáfono y no moverse en toda la noche, unas mesas encantadoras donde la gente está sentada plácidamente viendo el concierto en actitud francamente británica y al fondo el escenario con la pista de baile. Diferentes niveles de alcoholemia. Diferentes edades. Un totum revolutum que me recuerda a mi bar. Allí saldo mi deuda con Marie  y Lolo. Junto con Jonathan nos lanzamos a la cerveza.
Durante el gesto de pagar, casi tiro al suelo a una señora acodada a la barra, pero me quedo más tranquilo cuando el señor que parece ser su pareja, la agarra y sienta firmemente en una silla demasiado alta para la medida de los dos. Brindis acompañados de la música en directo. La banda se llama Siissisoq y suenan muy bien. El sonido es tan reconocible que estarán de hilo musical en el resto de los locales nocturnos que frecuentaremos durante el viaje. No entendemos nada de lo que dicen porque cantan en groenlandés pero creo entender Narsu-suaq. Allí mismo me imagino el aeropuerto como única vía de escape de la juventud que quiere huir de la isla. Los guitarristas viven en San Francisco. Lolo y Marie se lanzan a la pista y yo voy detrás.
Con mi descoordinación habitual le tiro el móvil a una chica que ríe divertida mientras Jonathan asusta a una señora con su altura. ¡Qué fiestón! La gente es encantadoramente amable. Mientras exploramos el local, vemos que hay una sala inferior con un billar. Si te soltaran aquí no serías capaz de distinguir que estás en el ártico si no fuera por las caras y el idioma. Ante mi se presenta un chaval que ríe al vernos. No, no pasamos desapercibidos. El solo gesto de salir a pegar botes a la pista ha revolucionado medio bar y la gente se ha lanzado a bailar. Me pregunta acerca de dónde venimos. Al decirle mi nombre la cara se le tuerce aún más y me cuenta que se llama Carlo y que está encantado de conocerme. Nos fundimos en un abrazo en el que mis costillas salen perdiendo y se muestra interesado en nuestro viaje. Lo único que acierto a decirle es que mañana partiremos pero que me da pena sabiendo que existe un sitio aquí así para salir por la noche. Le llama mucho la atención nuestra edad…y nuestros dientes. De fondo rock suave, un par de cervezas más y despedida del bar con fotos de grupo y vídeos para recordar el momentazo. No había nadie en la calle, estaban todos allí dentro. Hora de volver al hostel bajo la perenne aurora. Hora de despedirse de Carlo que, visiblemente emocionado, nos sigue, pensando que vamos a continuar la noche sin él. Jonathan obtiene pruebas de la aurora infatigable sobre Narsaq, con el rótulo luminoso de Artic Café. La expedición duerme plácidamente. Trepar a la litera de arriba tras los primeros días de aventuras groenlandesas junto con la sorpresa nocturna de  Narsaq provoca una sensación difícil de describir con palabras.

Martes, 5 de septiembre de 2017

Me levanto temprano y veo pasar escolares en bicicletas. Son las 07:30 AM y Narsaq comienza a tener el ritmo de martes. Desayuno en el hostel con hule inuit incluido.
Tenemos tiempo para pasear por Narsaq antes de partir de nuevo. Hoy nuestro patrón será el Capitán Jürgen “Clooney” (no, el apodo tampoco es mío) y comandará la Inuk 1
(singular de Inuit, “El Pueblo”) y en la singladura sonará Iron Maiden, David Bowie y Queen, entre otros. En Narsaq visitamos los exteriores de la casa de Henrik Lund, un pastor y poeta que compuso el himno de Groenlandia en 1916, el Nunarput utoggarsuanngoravit, (Tú, nuestra vieja casa/tierra/hogar). Nora lleva al cuello un colgante con el perfil de la isla y nos indica que podemos comprar artesanías al contado en el workshop de la ciudad. Está cerrado. Pasamos por delante del cementerio. Por razones obvias las flores son de plástico. Entramos en el supermercado, el edificio que la noche anterior confundimos con el hostel, con la escuela y con cualquier cosa menos una tienda. Lo primero que veo es una guitarra española. Me recorre un escalofrío…¿Estará afinada? Sí, lo está. Tras dos acordes agradezco al reponedor que trabaja en el estante contiguo que no me denuncie. Productos españoles por todas partes. Curioso: tras el mostrador, medicinas, tabaco y …balas. Por ese orden. Hora de volver al hostel y recoger para llevar los petates al embarcadero. Al lado, una típica cabaña-refugio. Narsaq es suficientemente grande para echar de menos su vida, sus gentes y la gran chimenea de la escuela de gastronomía. También es suficientemente luminoso por la noche para  querer salir corriendo, abandonar la civilización y perdernos en nuestro próximo destino: Uunartoq, la isla con las aguas termales. Hacemos una breve parada para visitar
Saarloq, un islote de cara al océano, con 32 habitantes censados en 2015. El acceso es complicado desde el embarcadero mediante una escalerilla incrustada en la pared de roca. Parece un pueblo fantasma. Sobre una cama elástica dos niñas pasan la mañana riendo. Cerca, una perrete nos observa y se acerca cariñoso. Ha vivido tiempos mejores y Nora me comenta que siempre está aquí. En la parte más alta una antena comparte espacio con un cementerio. Ceras de colores repartidas por el suelo dan la nota de color. Al otro lado, el puerto deportivo. Pera y Pedro encuentran una osamenta de caribú especialmente grande. Todo parece medio abandonado. Hora de regresar a la zodiac. Calculo que serían cerca de las 13:02 h cuando en aguas abiertas,
de ruta a  Uunartoq, nuestro navegante vasco da la voz de alarma ¡Ballena, ballena! El espiráculo expulsa agua y la columna se eleva desde la superficie. El lomo da paso a una cola enorme. Es una pasada verla majestuosa, cerca de nosotros. Sin perturbarla hacemos las fotos y la dejamos seguir su camino. Una hora después fondeamos en Uunartoq. Según leo, la isla no tiene procedencia volcánica. Sus 3 pozas termales se mantienen entre los 37,7°C y los 60°C. Al llegar recibimos instrucciones acerca del #2, esta vez llevaremos una pala, pero los residuos de celulosa deben recogerse. Una breve inspección a poca distancia hace que las instrucciones hayan caído en saco roto anteriormente. Mientras busco mi lugar doy cuenta de la celulosa. El campamento ya está montado, solo tenemos que asignar las tiendas. Quizás por la noche en Narsaq o quizás por la ligereza del idioma, Jonathan me pone ojos de cordero degollado y me apunta con él en la primera tienda. Antes de la comida, Nicola hace de modelo improvisado como náufrago varado. Fotos de los expedicionarios. La isla no es muy grande, cerca de 5 km de largo. Comemos con el hambre que da la mala vida nocturna y esperamos el momento deseado de salir hacia los baños termales. Tiento a Lolo a una carrera por la playa y está claro que está muy en forma. Corre medias maratones. Las termas nos esperan a 1 km del campamento. De camino barremos un sendero invisible de 100 metros de ancho a nuestro paso y recogemos basura
de expediciones anteriores (al gobierno danés debe encantarle recibir grupos como el nuestro). Antes, Konrad duda en ir. Dice que no tiene bañador. Corto de un plumazo el mal rollo y le doy el mío, rehusando educadamente hasta tres veces. Le digo que es de mala educación en España negar ayuda y se queda contento cuando le reitero que tengo suficiente con mi ropa interior. Acepta. Una vez allí, Nora nos pide que dejemos la garita pequeña a las chicas para cambiarse. El tiempo empieza a torcerse. La caseta de los chicos es fría pero no hace falta más. Pintadas por todas las paredes
y bancos recorriendo el perímetro interior. Dejamos todo dentro. Fran decide irse a dar una vuelta y pierde el gorro. Pese a que me ofrecería a buscarlo posteriormente, ya no podríamos rescatarlo por el brusco cambio de tiempo. La poza es pequeña y poco profunda, 1,30 m a lo sumo. Ya están todos dentro y me quito el calzón lo que hace que se convierta en el momento más relajante del viaje…y el que más cachondeo levanta. Pedro encuentra una zona especialmente caliente escarbando con el pie y luego decide que es buen momento para volver al colegio. Fotos, vídeos, risas, descojone generalizado y varios intentos de salir, pero fuera empieza a hacer realmente frío. Nora viene a avisarnos que la cena será en una casa cerca del campamento y que nos espera allí. Saca foto de grupo y me excuso por razones obvias. Al salir me espera una muda seca y el calorcito de las mallas térmicas.

El tiempo sigue torciéndose. Hoy no tendremos auroras. Pedro aprovecha para correr mientras el resto regresamos al campamento. Las nubes amenazan. De vuelta en el campamento, Marie y yo fumamos y respiramos. Un crucero pasa cerca. A menos de 2 km subimos hasta una cabaña muy acogedora (y caldeada). Allí nos espera una pareja con dos perretes en la puerta. Saludamos educadamente y me fijo que uno de los canes está herido. La mujer con un gesto me da a entender que ha tenido un percance. Nos deslizamos en la entrada. Allí, una pequeña estancia para dejar las botas comparte sitio con una cocina. Nora está liada con la plancha. Otra antesala con pila y un banco sirve de asiento a la mujer que nos mira uno a uno. En el salón hay dispuestas dos mesas preparadas con velitas. Un sofá y una estufa hacen compañía a unas ventanas decoradas con motivos que recuerdan a la navidad. Aquí casi todo recuerda a la navidad, las velas incluidas. Uno de los perros entra al salón y se tumba con su amo en el sofá. Nora distribuye la cena desde una mesa pequeña para servicio ¡Sorpresa! Recuerda mi intolerancia a la lactosa y me tiene reservado un plato único de salmón cortado en medallones que sabe a gloria. Repetiré, por supuesto, y Nicola también. La cena se acompaña con arroz y pan. ¡Taqanaq! Allí charlamos del avistamiento de
focas. Españoles a la derecha, foráneos a la izquierda, excepto Konrad, que ya estamos españolizando. El postre incluye chocolate y en la distensión de la cena no nos damos cuenta de que los dueños de la cabaña también quieren descansar. Una vez terminados los quehaceres domésticos y con lacónicos qujanaq nos despedimos dando las gracias a los anfitriones y quedamos para desayunar en la cabaña al día siguiente, tempranito y acarreando las tiendas desmontadas. La marea ha subido y no hay rastro de la playa desde que volvimos de las termas. El agua se ha filtrado a través de las rocas. Bajo la lluvia volvemos al campamento. Esa noche no sentiré la llamada de la naturaleza. Primera sorpresa campera: Jonathan, el navegante vasco y compañero infatigable, perfuma sus botas, sus pies y la tienda que resiste los embates del viento y la lluvia. Cuando Nora pasa revista a las tiendas antes de dormir se siente embriagada ante el golpe sensitivo. Lluvia ligera. La tienda Altus resiste. Ruidos de lanchas motoras amenizan la noche. Jonathan se remueve dentro del saco. Sueña.

Miércoles, 6 de septiembre de 2017

Nos levantamos pronto y siguiendo los movimientos de Nicola, el italiano guarda marina, desmontamos y recogemos la tienda. El resto de la expedición va dejando los petates junto con las tiendas plegadas y guardadas en la playa. Desoyendo la orden de Nora dejamos todos los pertrechos allí y subimos a la cabaña para desayunar. Como era de esperar Nora nos recuerda las instrucciones dadas anoche y desayunamos entre la duda y las argumentaciones varias. Volveremos tras el desayuno a la playa a recoger las tiendas y subirlas de nuevo a la cabaña. Asunto resuelto. El ánimo se resiente lo justo y volvemos a cargar la zodiac. Capitán JJ al mando, nuestro destino será Tasiusaq del Sur, con el majestuoso Qasigootnoq oculto a nuestros ojos a la llegada. De camino a Tasiusaq hacemos una breve parada en la mina de grafito de la isla Amitsoq. José Trejo, uno de los colaboradores de la expedición, nos contará en Nanortalik que la isla es prácticamente inexpugnable. Con las manos manchadas de carbón recorremos el sendero Saputit no sin antes comer en el mismo Tasiusaq y dejaremos a JJ navegar hasta nuestro destino final, donde nos dejará los petates tapados con una lona por la previsión de lluvias. Los vecinos ven a un grupo de exploradores en un incesante goteo a la fuente del lugar mientras los niños están en el colegio. El tiempo no es tan malo para hacer la comida al aire libre y ya no nos acordamos del calor de los primeros días. El pueblo es pequeño y guarda una terrible historia de hambruna y muerte. El crudo invierno de 1865 hizo que los suministros de comida y combustible no llegaran a tiempo. Muchos de los que allí esperaron la llegada murieron y otros perecieron en la aventura de tratar de alcanzar las localidades cercanas tratando de buscar ayuda. Un pequeño monolito homenajea a las víctimas.
Tras la comida y el café comenzamos a movernos de nuevo e iniciamos la marcha desde el inverosímil campo de fútbol usado como helipuerto con un barranco detrás cuyo sendero lleva a la chatarrería. Recorremos cerca de 10 kms charlando alegremente con Jürgen de fútbol y de cómo nos sorprendería Nora acerca del futuro
#2 en nuestro destino. De camino, los riachuelos se tiñen de rojo por las arcillas del lugar mezcla de magnetita y óxidos de hierro. Delante de nosotros aparece el primer caballo. Pese a verlo en libertad tiene dueño. Sin ser altos, los caballos groenlandeses tampoco son pequeños. Son además muy fuertes y se usan sobre todo para recoger el ganado ovino y caprino del monte. No le gusta mucho la compañía humana y decide aguantar el mínimo tiempo para que Pedro saque fotos. Dejamos a la derecha Nuugaarsuk y sus verdes praderas para adentrarnos en una senda donde a lo lejos, y con nubes bajas se divisa una granja. La sorpresa del día es que a la vista del tiempo no dormiremos en campamento y nos alojaremos en una pintoresca casa de cazadores, no demasiado lejos de la granja. Una perra muy entusiasta nos viene a recibir. Se llama Nuka. Previa carrera exploratoria de Pedro recorremos la granja y desde la playa nos dirigimos al punto donde JJ nos ha dejado los petates. El camino para trasladar el equipaje desde la playa a la casa es amenizado por las carreras con la perra. La cabaña, que tiene forma de L, tiene una sola planta. Unos escalones dan acceso a un pasillo estrecho donde nos descalzamos. Es propiedad de la tía de Tuperna. Allí descubrimos que nuestros compañeros españoles del otro grupo han secado nuestras parkas (la mía está colgadita y todo en la puerta de una habitación. Más tarde descubriría quiénes fueron las responsables a las que les agradezco infinitamente el gesto). Nuka parece que quiere entrar, pero no. Juega a atrapar las gotas de agua de lluvia que caen del techo de la cabaña. Llora cuando no hay lluvia que alimente sus ganas de jugar. Es una border collie que guarda un secreto. Tras las carantoñas de rigor continuamos con la carga de equipajes incumpliendo constantemente la regla de oro antirrábica (y no sabíamos hasta qué punto). Entramos en la casa. A la izquierda descansan nuestros bidones con las comidas para la expedición, siempre con nosotros salvo que los capitanes nos los trasladen como hoy, hasta destino. Tras una puerta un gran
comedor a diferente altura muy frío y una cocina repleta de víveres. Tenemos que caldear la sala antes de cenar, es tarde y la temperatura sigue bajando. Tenemos una chimenea de hierro y Pera se ofrece a encenderla. En la cocina no hay agua corriente. Tampoco hay baños. Hemos subido la pala desde la lancha. Ya sabemos cómo resolveremos el #2. A la derecha del pasillo, un distribuidor donde reposan decenas de pares de zapatillas y pantuflas de invierno de todas las tallas y para todos los gustos. El distribuidor lleva a dos habitaciones pequeñas y al final un gran salón iluminado por grandes ventanales que dan una visión panorámica de 180° del paraje, ahora tapado por las nubes, con dos enormes sofás acotando una mesita, una mesa grande,
repisas repletas de objetos peculiares y otra chimenea. En la puerta del distribuidor una foto de Thierry Henry. Para encender el fuego de Pera salimos a buscar ramitas y la encontramos en la misma puerta de la casa. Hay restos de una gran hoguera en el exterior y entre las cenizas colillas de Fortuna. Indudablemente españoles han pasado por aquí (Fran nos defendió a Marie y a mi al descubrir Antonio una colilla en el suelo del Valle de las Mil Flores y señalarnos, dejando claro que ni una sola huella -no orgánica- de nuestro paso se quedó en Groenlandia). Preparamos un cubo lleno de ramitas con los que Pera podrá iniciar el fuego. Tiene reservada varias piezas de madera para mantenerlo encendido durante la cena. Dejamos a Pera trabajando en el fuego y Nora nos comenta que no hay agua potable. Nicola, Jürgen, Pedro y yo nos vamos a la granja con varias garrafas vacías y dos palabras para practicar: Imeq y Qujanaq.  Reandamos el sendero desde la playa que poco a poco va desapareciendo con la marea, con las nubes amenazantes sobre nuestras cabezas y seguidos de cerca por la perra. Al llegar a la casa, la dueña observa perpleja a los cuatro fantásticos repitiendo Imeqs y  Qujanaqs, cada uno de su padre y de su madre. Desde la ventana, nos ve cargar con garrafas y nos manda a la parte de atrás. Allí la esperamos hasta que aparece de nuevo por unas escaleras y señala una manguera de la que mana agua. Inmediatamente contestamos con un qujanaq con tono algo más elevado
y nos damos a la tarea de rellenar las tinajas de plástico hasta que cinco bestias salvajes salen por la puerta y se colocan en las escaleras mirándonos. Y con aquellos máquinas de besos otro border collie,  Rudo, la pareja de nuestra nueva amiga que no puede hacer nada para que sus cinco cachorros se lancen a nuestro cuello. Nos pasamos la regla de oro antirrábica por el arco del triunfo y mientras se llenan las garrafas nos dejamos agasajar por nuestros anfitriones. La madre no da abasto tratando de poner orden pero descubrimos que también le encanta jugar con su juguete: una pelota. Mientras tanto el padre se resigna. Al final aparece el abuelo que únicamente observa tranquilo la escena desde las escaleras. Los cachorros solo quieren quedarse dormidos entre nuestros brazos, buscando nuestro calor. Los aullidos de placer son cada vez mayores ¿Qué veníamos a hacer aquí? Varios qujanaq nos sacan de la ensoñación. Es hora de regresar cargando el agua. Nuestros últimos qujanaq de agradecimiento a la señora le arrancan una carcajada. Nos ponemos en marcha y la perra se vuelve más loca aún tratando de detener el avance de sus
cachorros. No muy lejos de allí el granjero trabaja con su tractor en sus tierras. No queda ni rastro de la playa. Resuelto el tema del agua, la expedición descansa, lee o dormita en la cabaña.

Al fondo suena Alejandro Sanz. El fuego está encendido. Con un té y café caliente saco a colación el tema de los cumpleaños por si algún viajero ha decidido celebrarlo con nosotros a lo largo del viaje y resulta que tenemos dos. Chris y Marie. Un marco incomparable para una celebración de ese nivel. Entre los bancos del comedor me encuentro un tebeo de Ben-hur….en groenlandés. La perra ha vuelto hasta la casa para jugar con las gotas de lluvia mientras ladra a su pareja para que vuelva con los cachorros a la granja. Mano dura. Agacha la orejas y vuelve sin chistar. Además, la perra quiere correr. Tiene muchísima energía y no para quieta. Antes de cenar y a raíz de la estupidez que se me ocurre de terminar las frases en francés de nuestras compañeras francófonas con un “by Jean Paul Gaultier”, Pera nos saca su equipo de supervivencia. Se compone del mínimo material para traer la civilización hasta los lugares más remotos. El kit Incluye varias  esencias y perfumes. Me unta la muñeca con One Million, de Paco Rabanne y ése simple gesto será uno de los motivos por los que Nuka se volverá aún más desequilibrada. La cena es distendida. Todos están calientes y dicharacheros. Como de costumbre se repartirán los turnos de limpieza de cocina. Mañana será mi turno en el desayuno con Jonathan. Tras la cena y con noche cerrada cojo la pala y el frontal. Nuka aún tiene ganas de jugar y tras varias carreras los dos buscamos un lugar apropiado para sepultar mi ego. Las nubes cubren todo el paisaje y pese a la oscuridad algo  empieza comienza a revelarse en dirección el norte.

La bruma se disipa y la silueta majestuosa del  Qasigeetneq se recorta con la luz de la Luna Llena Luna de la Cosecha o Luna del Maíz) que comienza a romper las nubes. Tukik es el dios masculino de la Luna y cuenta la leyenda que es capaz de dejar embarazada a toda mujer que esté sola trabajando hasta tarde en una noche de luna llena, por lo que en días de plenilunio, las mujeres evitan estar hasta tarde a menos que quieran quedar embarazadas… Saco la cámara y el trípode. Hay una extraña agitación pese a no ser una noche de auroras. Stephane y Chris se apuntan a la fiesta. Lolo y Marie también y quedan retratadas. Cumplidos mis respetos a la montaña le doy a Lolo mi frontal con luz roja y entre carcajadas le pido que corra de izquierda a derecha moviendo el frontal con la mano como una loca. El lugar tiene algo especial y nosotros hemos llegado en el momento adecuado. Es la atmósfera de niebla y luz de Luna recortando las siluetas de las montañas. Veo a Jonathan tras uno de los ventanales del salón preguntándose qué coño estamos haciendo. Tras las risas llega el momento de la despedida por hoy. Entro de nuevo en la casa, me descalzo, me despido de la perra desquiciada que aún quiere jugar, y alcanzo el salón. Me han reservado un sofá donde tendré una visión mágica que, junto con la polifonía de mis compañeros, me harán caer en un profundo sueño.

Jueves, 7 de Septiembre de 2017

Pasamos la noche y desayunamos con fuerzas mejoradas. Finalmente y aunque con frío, la casa nos ha respetado el descanso. Hoy nos recogerá JJ para ir al glaciar Tasermiut y al campamento del mismo nombre. Al despertar Nuka sigue montando guardia a la puerta. Desayunamos sabiendo que tras la puerta podemos encontrarnos con las bestias salvajes de ayer y entre los nervios hacemos el petate, limpiamos los platos y arreglamos la casa antes de salir. Y allí fuera, llega Rudo con cuatro de los collies dispuestos a devorarnos a besos. Entre juegos le pido a Chris que coja mi cámara y me saque una de las fotos más bonitas que me han hecho del viaje. Aprovecho para retratar a Lolo con sus nuevos amigos que dejan de temblar en el mismo momento que ella los coge en sus brazos. El tiempo pasa y no sabría decir si fueron una o dos horas de relax (poco importa el tiempo en aquellas latitudes). Retrato a Nora, que es otra loca de los perros. Al rato un silbato nos devuelve a la realidad. Los perros deben regresar a la granja y nosotros tenemos que empezar a cargar los fardos hasta el embarcadero. Marie y yo acompañamos a los canes un centenar de metros y Jonathan me regala otra fotografía fantástica ¡Ya sabe manejar su nikon en manual! Volvemos y hacemos el triste camino hasta el change2change donde un par de cachorros y la perra nos vigilan. De toda la camada solo se quedarán con Paplo. Iniciamos la marcha en la zodiac y observamos a Nuka despedirnos desde las rocas. No volveremos a verla.  El resto del viaje muchas de las conversaciones se centrarán en los puppies.

La travesía por el fiordo de Tasermiut está flanqueada por enormes montañas que parecen surgir del fondo del fiordo desafiantes. Al final comienza a dibujarse el perfil
del glaciar. Todos estamos locos por bajarnos y sacar fotos. Fran decide permanecer en la lancha. Recibimos instrucciones de Nora. Las órdenes de JJ son claras: no más de tres fotos…y cumplimos como podemos. Tres fotos por minuto, tres fotos por segundo…El grupo se disgrega buscando el mejor ángulo, la mejor visión del glaciar, siempre alejados de los puntos delicados donde no podemos controlar posibles desprendimientos de grandes rocas. Aprovecho para retratarlos uno por uno. La pared de hielo cae a plomo 1240 metros hasta el fondo del fiordo. Cogemos con nuestras manos bloques de hielo con miles de años de antigüedad en un entorno claramente dañado por el calentamiento global mostrando crudamente el retroceso del glaciar. En el punto de desembarque la piedra está desnuda y fuertes cascadas son la prueba de la
muerte de la lengua glaciar. El entorno no deja de ser mágico y me pregunto cómo sería verlo en su esplendor. JJ nos pide que regresemos a la lancha. Mientras la expedición toma posiciones termino de retratar al equipo. El campamento de Tasermiut  nos      espera.

Una travesía rumbo sur para arribar a una localización acotada por grandes montañas. Atracamos en una playa. Un grupo de españoles nos espera. Son testigos de nuestro brioso (y cómico) change2change. Entre ellas están las chicas que me “salvaron” del ataque del mosquito gigante en Keflavik y que además se ocuparon de colgar las parkas para que se secaran en la cabaña de cazadores del día anterior. Toca cargar con petates, fardos, comida y resto de enseres hasta el campamento. Desde la playa hay
un desnivel de unos 50 metros y con el sol notamos el calor del esfuerzo. Afortunadamente otro grupo que hoy abandona el campamento ha dejado montada las tiendas y sentimos alivio después de cargar al sol. La tienda domo de la cocina está aún más alta que el propio campamento. Compartiremos asentamiento con el grupo donde también están los españoles de edad avanzada. Tenemos nuevas
instrucciones para los #2: bolsa de basura negra + bolsa de basura blanca = bidón comunitario únicamente para residuos orgánicos. Los residuos celulósicos irán en la bolsa blanca. Y sí, tendremos que desmontar todo al partir, y sí, Pedro cargará con el bidón nitrogenado comunitario hasta la zodiac. Tenemos una hermosa cocina-comedor espaciosa. Dos hileras de bancos unen dos mesas y son capaces de dar servicio a los 13, con cocina, mobiliario y estanterías varias. Además, tenemos un enorme arcón de plástico. El paisaje es impresionante. A la derecha el Ulamertorsuaq domina la vista. En el centro, al fondo de un valle, se perfila el Nalumasortoq. Reparto de tiendas y comida en la tienda domo. El cielo despejado augura una noche espectacular en el campamento y así se lo hago saber a Stephane y Chris (a veces una corazonada parece cumplirse y no será para menos). Nos ponemos en marcha. Avanzaremos por el valle, cruzando el río por un puente tibetano, parando en una tumba de invierno inuit y una caseta que sirve de refugio. Nora nos cuenta que los outsiders de Groenlandia que salen de la sociedad por diversas razones pueden regresar, y en ocasiones pueden chocar con los habitantes tras tantos años viviendo fuera de las conductas que los daneses tratan de mantener entre los lugareños.
Sobre nosotros el Nalumasortoq (2045 m). Una montaña con forma de libro que visitaremos mañana. Fotos de cortesía, descanso para observar el entorno y regreso al campamento. Tras la cocina un pequeño río y sobre el río un puente hecho de tres tableros de madera, desde donde llenaremos las garrafas y haremos la limpieza pertinente de platos, cubiertos, ollas y sartenes (puede parecer extraño pero aconsejo que aquellos que tengan la piel delicada y sensible ejecuten estas maniobras nocturnas con guantes). Y tras la cena, como siempre puntual, la tormenta. Las luces más espectaculares del viaje. Electrones del Oxígeno y Nitrógeno danzando de forma salvaje cruzando todo el cielo, excitándose y cayendo de nuevo al estado fundamental. Sin palabras. El momento me pilla con la cámara y el frontal en la tienda. Disfrutamos el regalo. Stephane, Chris y Jonathan junto con Nora y otro guía sí tienen las cámaras a mano. La expedición se moviliza. Tras la agitación celeste, que incluyen rojos, verdes y amarillos, el cielo comienza a relajarse. A veces ignoro mi intuición y finalmente caigo en la cuenta demasiado tarde. Pero allí estábamos, todos impresionados con aquella escena jamás antes soñada. Con la excitación del momento comienzo a sentir que el frío es intenso. Nora y el otro guía musitan al unísono como en una letanía distante,
Immaqa,  quizás, puede que sí puede que no, como respuesta a una pregunta formulada acerca de puede que vuelvan a repetirse esa misma noche. Estamos en un entorno realmente deshabitado, lejos de la civilización, donde los zorros pueden hacernos una visita con simplemente dejar al aire comida. La norma antirrábica en caso de los zorros es más estricta.

Viernes, 8 de Septiembre de 2017 ¡Felicidades Chris!

Amanece en Tasermiut. Sobre las paredes del fiordo despunta Napasorsuaq, La Catedral (2030 m). Inexorablemente, cada #2 es celebrado con un paseíllo triunfal.
Tras el desayuno recogemos los enseres del picnic. Hoy nos moveremos a los pies del Nalumasortoq, más conocido como El Libro. La subida desde el campamento se realiza entre morrenas y ríos. El sol vuelve a pegar fuerte y desde la distancia las nubes comienzan a posarse lentamente en la cara norte del Ula, que dejamos a la derecha. Nora nos cuenta la historia de un chaval mejicano que esperó a que su padre escalara esa misma cara norte tiempo atrás. Al final ya se divisa el Nalu. La inmensa mole se forma con tres enormes pilares de forma que el resultado recuerda a un libro abierto. Sobre la marcha paramos a descansar, picar y beber, mientras no paramos de sacar fotos. Esos ratitos unos aprovechan para dormitar. Las cascadas rompen la pared que
dejamos a nuestra izquierda y en las faldas del Libro paramos a comer. El picnic se hace con las nubes comenzando a cubrirlo todo. Terminamos pronto y Chris lanza el drone. Hoy es su cumpleaños. Tiene una pinta tremenda. Instantes después reanudamos la marcha subiendo hasta una cuenca glaciar vacía, a unos 150 m de desnivel. Estamos en las tripas de un glaciar de miles de años: un glaciar completamente seco en el sur de Groenlandia. Antes de regresar, desde un punto alto, lanzo una panorámica para recoger el lugar.  La expedición desciende cantando explotando toda la producción musical de dibujos animados de los 70’s y 80’s. Durante un rato es llevadero pero pasado un tiempo comenzamos a taladrar oídos y alejamos animales. Rompemos la magia del momento por lo que callamos y seguimos descendiendo. Al fondo del fiordo el sol trata de romper las nubes y provoca un atardecer pintado de colores brillantes. El grupo llega más cansado pero aún así sacamos fuerza para continuar disfrutando del entorno mediante las artes de la pesca. Nicola ha preparado en el desayuno un cebo y Pera probará suerte. Mientras Pedro está corriendo por la playa, ambos tiran la caña y no consiguen resultados. Sin meterles presión les decimos que la cena depende exclusivamente de ellos. Nicola tiene una captura sin muerte de un pequeñín y lo devuelve al fiordo. Pera tiene la feliz idea de que yo pruebe. Es la primera vez que cojo una caña y estoy como pollo sin cabeza, oyendo instrucciones en castellano e italiano. La agarro con fuerza porque tengo la sensación de que se me va a escapar al agua y me tocará sacarla de las gélidas aguas del fiordo. Dos veces la lanzo y aunque no hay suerte la sensación es buena. Empieza a hacer frío en la playa y mientras Nicola sigue intentando pescar la marea sube y vamos moviendo la caja de los anzuelos. Cuando el aire empieza a remover la atmósfera ya estamos recogiendo las parkas para ir a la tienda Domo a cenar.
Lluvia fina. La cena transcurre con gotas cayendo del techo que no auguran una noche de luces del norte. El tiempo, relativamente estable hasta ese momento, iba a enseñarnos sus dientes. Confidencias bajo el parapeto de rocas y despedida hasta el desayuno. La lluvia y el viento se vuelven más y más intensos. En la tienda, perfumada una vez más para una noche de vientos huracanados, uso la parka como almohada. Este simple gesto me mantendrá secos tanto el saco de dormir como la cabeza. Nuestra tienda está orientada EW y mi lado es barlovento, con las cabezas en
el oeste. Tratamos de dormir ignorando el huracán que recorre Tasermiut. Son los vientos catabáticos, creados por el llamado efecto Foehn. A mitad de la noche despierto. La lluvia cae horizontalmente y campa a sus anchas dentro de la tienda. La zamarra está calada y parte del suelo de mi lado está empapado a la altura de la cabeza. Al grito de “¡Jonathan, despierta, nos hundimos!” trato de despertar al navegante que con su arrojo natural me contesta: “Sí, en tu cabeza”. El gigante vasco no cabe en la tienda y duerme en diagonal. Se gira y continúa durmiendo. A grandes males, grandes remedios. Al día siguiente le explicaré en el desayuno entre risas porqué se despertó con mis pies en su cara.

Sábado, 9 de septiembre de 2017

La revisión de la tienda al amanecer da como resultado que solo una esquina estaba mojada: La mía. Afortunadamente, el resto está intacto, petates y botas incluidas. Tensamos de nuevo las cuerdas y lo dejamos preparado para una segunda noche movida en caso de ser necesario. Última noche en Tasermiut, rebautizado en mi mente como One Ton Camp. Hoy la marcha se dirige al  Ulamertorsuaq (Gran Cilindro). Para nuestro asombro el grupo maduro de españoles mantiene la ley y el orden a base de plomada. Desde el interior de la tienda, mientras recojo, oigo a una mujer española increpando a alguien. Es Marie. La mujer española no entiende porqué ha metido papel en la bolsa blanca, siguiendo instrucciones de Nora. Cuando me acerco y pregunto cuál es el problema me dice que así no se hace. En el momento le ruego que nos instruya y me contesta sin dudar que la bolsa blanca es para guardar las bolsas negras y blancas de repuesto… que son de plástico…por si se mojan. El tiempo me da la razón, el grupo de españoles no era buen grupo para viajar. Río con Marie y olvidamos el asunto. Ellos ya abandonan el campamento y será nuestra última noche en Tasermiut solos. Desayunamos entre risas y con un día menos aterrador que la noche. En las cimas se ve claramente que ha nevado esta noche. Ayer la temperatura bajó pero la sensación térmica era aún peor. Dejamos las parkas mojadas en “La Cueva” para que se sequen. Iniciamos la marcha al Ula con más ganas aún. Charlas amenas de El Señor de los Anillos, del Silmarillion, de películas en general y de Fuju. El dragón es de la historia interminable, de la novela de Michael Ende que se rodó entre Alemania y EE UU. Primera pista. Durante buena parte de la marcha nos dedicamos a reírnos del peor actor del mundo (decide tú quien es, allí lo teníamos muy claro) y de ”grandes películas de mierda que molan”. A la derecha un valle glaciar divide el Ula y el Sulkkuasuuaq. Las vistas son imponentes. El calor vuelve y el frío y la humedad va cediendo. Había leído que los temporales no duraban mucho tiempo en Groenlandia y el tiempo lo está demostrando. Al levantar la vista la cima troncocónica del Ula se niega a enseñarnos su rostro. Tras el picnic en la zona segura del Ula y mientras la
expedición descansa, persigo cacas de liebre a la búsqueda del zorro ártico.

Sobre las rocas campanillas y flores de Groenlandia, Niviarsiaq, la flor nacional. Su traducción es “mujer joven, muchachita”. Sobre la chimenea las nubes giran una y otra vez, recargándose y atrayendo nuevas nubes. Una vez descansados subimos un sendero de cauces secos que nos llevan hasta la misma olla del Ula. El río discurre fuerte a nuestra derecha y en septiembre nuestro lado es un reguero perdido. La olla está totalmente vacía. Más fotos y comenzamos el descenso. Aunque hay nube hoy no me separaré de la cámara. Descendemos sin prisa, y nos giramos de vez en cuando para observar la cima, que no desvelará sus secretos hoy.  En la cena, Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina. Segunda pista. Le agradezco a Pedro que me dejara el cortaúñas pero parece que no será necesario: ya no hay uña.  Un problema menos. Fuera, en la inmensidad del fondo y bajo el manto de estrellas groenlandés, le pido a Nora que me cuente una leyenda groenlandesa. Risueña me narra la historia de Sedna.

 “Cuentan los viejos que alguna vez existió una muchacha joven, hermosa y de largos cabellos negros llamada Sedna que vivía con su padre. Nadie buscaba casarse con ella llegada la edad para hacerlo, pero un día vio desde su cabaña un magnífico velero capitaneado por un apuesto cazador extranjero. El capitán se enamoró inmediatamente de ella y después de haber sido seducida con palabras llenas de promesas y tesoros se marchó con él. La joven cayó en la desesperación al enterarse que la verdadera identidad del cazador era la de un chamán, capaz de cambiar de forma. El padre, oyendo el llanto desesperado de su hija, se aventuró en su kayak a través del océano hasta que dio con ella. La encontró sola y huyeron, pero cuando el
chamán regresó en forma de pájaro y se percató de la partida de su amada, enfureció y partió tras ellos. El pájaro, ciego por la cólera, desencadenó con sus poderes una rabiosa tempestad al ver que el padre se negaba a devolverle a su querida niña. Con los ojos envueltos en lágrimas, el pescador comprendió que la voluntad del mar era raclamar a su hija y aterrorizado lanzó a Sedna a las frías aguas para consumar el sacrificio. En medio de la desesperación, Sedna salió a la superficie y se aferró al kayak de su padre con los dedos congelados. Al verse en peligro, el padre cortó los dedos de su hija que se convirtieron en peces y focas pequeñas, de igual manera los pulgares y las manos se transformaron en morsas, ballenas y todos los animales marinos. Tras la feroz escena, el océano calmó la furia desatada por el chamán y Sedna se hundió para siempre en el fondo del mar. Los inuit creen que cuando los pecados de los hombres, que siempre van al mar, han contaminado el océano, los largos y negros cabellos de Sedna se enredan. Dado que ella ya no tiene manos para peinarse llora y se enoja, por lo que los animales marinos se alejan de las costas y acuden a consolarla. Cuando los inuit empiezan a pasar hambre saben que es hora de confesar su atentado contra la naturaleza y salen en gran número al océano a bordo de sus embarcaciones,
a peinar el mar, limpiar y desenredar así los cabellos de la hija del pescador”.

Agradezco a Nora el momento mágico del Tasermiut. Para quitarme el mono, monto la cámara en el trípode. Tenemos auroras, pero hay demasiadas nubes y la Luna está saliendo fuerte por detrás del Ula. El resultado no es menos conmovedor. Un silencio recorre el campamento únicamente roto por los obturadores de las cámaras, las verdaderas “outsiders” de la expedición. Saco una foto nocturna del fiordo que me ha cobijado estas tres últimas noches. Mañana será un día duro. Tendremos que desmontar todo el campamento, cocina y enseres incluidos, y cargar todo de nuevo en las zodiacs. Hoy no habrá lluvia y la noche será plácida y fría a la luz de la Luna en
Tasermiut, donde  Sila domina todo.

Domingo, 10 de Septiembre de 2017

Despertar más triste de lo acostumbrado. Hoy abandonaremos Tasermiut rumbo de nuevo a la civilización. Quizá la comodidad de una cama se echa de menos, pero el entorno del fiordo es único y sus noches las más espectaculares de la isla. Tenemos por delante dos horas antes de que lleguen Trejo y JJ para desmontar todo el campamento y bajar los pertrechos a la playa. El desnivel vuelve de nuevo, pero esta vez es bajada y se hace más llevadero. Bombonas de gas, cocina, mobiliario, estanterías, bancos, mesas. Sólo dejamos el esqueleto de la tienda y el suelo de losetas de madera. Trejo llega acompañado y llenamos su barco con todos los enseres de la cocina, las tiendas y las colchonetas. JJ se retrasará un poco y disfrutamos de un último vistazo a la que ha sido nuestra casa las tres últimas noches. Destino Nanortalik (literalmente el lugar donde hay osos polares). Allí nos espera Jørgen, hijo del Capitán Niels, el hombre para
todo en Groenlandia. En su casa dejamos el campamento desmontado y…nuestro agradecimiento por tanto amor que cargamos con nosotros. Nuestra nueva vivienda será un edificio de dos plantas, caldeado (muuuuy caldeado) y también acogedor. Una larga escalera llega hasta una terraza y la puerta principal, con un pequeño hall para descalzarnos. En la planta baja tenemos un baño con ducha que funciona perfectamente, un salón con dos confortables sofás, chimenea de hierro y un gran ventanal con vistas al pueblo. Hay además tres habitaciones con camas pequeñas. La mía da a la bahía. La segunda planta tiene una cocina muy funcional y tres habitaciones más. En la segunda planta hace mucho calor y tenemos la ventana de la cocina abierta. La vista de la bahía desde el comedor es espectacular.

Cuando bajo a la habitación Jonathan ya ha enchufado toda su potencia electrónica. Hoy es la noche libre de Nora por lo que nos toca cocinar. Todos miramos a Nicola y obviamente nos preparará su pasta. Llegamos poco antes de que cierre el supermercado y allí cada uno hace acopio de material para cubrir sus propias necesidades. Aprovecho para comprar dos filetes de ternera, tabaco marca Prince, soft según la dependienta, cacahuetes y un croissant. Uno de los filetes se lo prepararé a Fran, puesto que Nico nos llenará hasta arriba. En la cocina el calor es sofocante. Mientras el grupo se ducha tras la comida, Pedro y yo salimos a la búsqueda de huskies. Una de las calles con casas familiares tiene una buena concentración de
huskies y jugamos con ellos. Comienza a cambiar el tiempo. Sobre una torre con electricidad los niños se columpian dando vueltas con una cuerda y un trozo de plástico atado. Durante la marcha por el pueblo encontramos una bolsa transparente llena de trozos descuartizados de un animal. Damos una vuelta a la casa y la dueña nos remite al marido, el caribú hunter. Peculiarmente ataviado con un sombrero, un mandil, gafas y coleta nos cuenta que él mismo cazó al caribú y que ahora está secando la carne al aire a base de cortar trozos finos. Tiene un color estupendo. Al descubrir que somos españoles repite con alegría “¡Olé, señorita!”. Comienza a llover. Nos despedimos y retornamos a la casa. La tarde pasa entre coladas, parchís asalvajao y duchas. Para aprovechar el calor de la casa desmonto una de las bolsas y uso las cuerdas como tendedero. Nos informan que el bar del pueblo cierra pronto y Trejo nos ha puesto sobre aviso: llegan vientos fuertes. Nora nos confirma que estaremos dos noches en Nanortalik ¿Vientos fuertes? ¿Bares en un pueblo? ¿Qué puede salir mal? Habiendo bares y después de la experiencia en  Narsaq quedarse en tierra ya no parece tan mala idea.

Cena opípara y los Nightclubs Explorers nos vamos al bar del hotel. Captain Morgan y Despacito en latitudes árticas. Sigue lloviendo. Un canadiense se descojona con nosotros. La camarera y el camarero se quedan flipando. Una paisana se acerca y pregunta que si somos españoles. Tiene un trato exquisito y está emocionada porque en un viaje a Mallorca aprendió una palabra en español: “Bursa”. Nos miramos extrañados. Le preguntamos en qué contexto y responde divertida que cada vez que iba a pagar en el supermercado la chica que atendía le preguntaba si
quería “bursa”. Es un puntazo de mujer. Se llama  Tuperna y es la hija del dueño de la granja de Nuugaarsuk, y de la mujer que nos dio agua. Tras los bailes con los paisanos y despedidas con juramentos de amor eterno nos volvemos a la casa. Lluvia y viento. Uso uno de los cojines del sofá como almohada. Dos lamas del somier no están ancladas. Por circunstancias inverosímiles el navegante vasco con el que comparto habitación amanece en el sofá. Sospecho que la cama, como la tienda, también le queda pequeña y mis ronquidos le quedan grandes. Nuestros dos vecinos franceses se han quedado en la casa con antibióticos. Creo que Chris tiene otitis. Calor intenso dentro.

Lunes, 11 de Septiembre de 2017, ¡Feliz Cumpleaños Marie!

Lamentando quedarnos en tierra parte de la expedición nos dirigiremos al asentamiento original. El sol brilla pero es verdad que un fuerte viento hace difícil la navegación. Mar adentro la espuma de mar se levanta varios metros. Después del desayuno echamos a andar. Los cuervos disfrutan del foahn que recorre violentamente el pueblo. Las embarcaciones están en puerto. Una barrera metálica impide la entrada de icebergs que podrían acabar con los pequeños botes.  Recorreremos el pueblo rodeando la bahía y deteniéndonos en cada casa en la que vemos huskies para sacar fotos. El camino no es largo pero las ráfagas de viento hacen que te sientas vivo por momentos en medio de la civilización. Nennortalik era el nombre original del asentamiento. A mitad de camino encontramos una tumba inuit.

Finalmente llegamos al punto donde se encontraba el pueblo. Una cruz blanca mirando al mar nos espera. Fotos de cortesía y regreso a la casa para comer rápidamente. Trejo nos hará de guía en el Museo. Allí nos descubre las bondades y costumbres del pueblo Inuit. El nombre de esquimales se lo dieron los indios norteamericanos al observar que comían carne cruda. Trejo disfruta con cada explicación, y deja silencios para que podamos pensar respuestas a preguntas que alguna vez pudimos hacernos. ¿Cómo construían con madera si apenas hay árboles en Groenlandia? Madera de deriva ¿Cómo sobrevivían en ambientes tan hostiles? Estómagos y pieles de foca para crear el primer goretex. ¿Cómo podían navegar sin deslumbrarse? Ahí tienes las primeras gafas de sol. Los Inuit tienen una forma muy curiosa de definir el arte, para ellos  Eqqumiitsuliorneq no es ni más ni menos que “cosas extrañas hechas por otros”. Nos relata además que la mayoría de las piezas del museo son obra de un vecino. Entre las historias destaca uno de los símbolos de la naviera danesa, el Hans Hedtodt, el pequeño Titanic. Sus constructores recordaban el pasado del Titanic y se jactaban de que eso nunca podría sucederle al Hans Hedtoft: eran otros tiempos… más modernos y los ingenieros presumían del blindaje a proa y a popa, de su doble fondo y sobre todo de sus 7 compartimentos estancos. Construido para mayor gloria de los daneses se perdió el 30 de enero de 1959 de regreso del viaje inaugural de Groenladia a Copenhague, al sur de Cape Farewell. Únicamente aparecerían los flotadores. Disfruta contándonos las tradiciones y los trajes regionales de la zona. Merece la pena ver las reproducciones de barcos balleneros y kayaks con pieles de foca cosidos a mano. Lograban grandes resultados con la materia prima que disponían. Máscaras tradicionales, tallas delicadas y demás ornamentos están presididas por la piel de un oso polar (el cazador nanoq) de tamaño mediano.

Como curiosidad, la lancha que lleva JJ se llama Avannaq, literalmente “viento frío del norte” y puede alcanzar velocidades entre 45 km/h (con carga) y 74 km/h (en vacío). La visita continúa por un edificio que alberga kayaks antiguos y barcos familiares. Los kayaks originales tienen una bolsa para guardar piezas y otras ideas para hacer más fácil la travesía por las aguas helados. El edificio está decorado con fotos antiguas. Cada pieza de piel del casco está cosida a mano formando una unión estanca. La técnica de esquimotaje es tan importante que se organizan competiciones para ver cuántos giros son capaces de hacer. En la segunda planta veremos al único zorro ártico que veré en el viaje, disecado. Dejamos el pajar y nos adentramos en el taller ballenero. Dentro, inmensas prensas para trabajar el aceite de ballena, sierras enormes para cortar el hielo en el mar y la falange de una ballena. Entre las conversaciones se cuelan historias de escorbuto y déficit de vitamina C, de cómo los exploradores de principios de siglo XIX lograban o no sobrevivir dependiendo de su
acondicionamiento a la comida cruda o ahumada (las propiedades de la comida se pierden al calentarlas al altas temperaturas y eso aquí es un gran error). Peary, Amundssen, Scott, Shackleton, Nansen…nombres que inspiran. Pese a hacer sol, el foahn arrebata el calor de las estancias. Comento con Trejo las canciones tradicionales para los días de solsticio inuit pero creo que son samis. Algo cantarán estas gentes los días señalados, porque pese al tiempo son extremadamente alegres. El siguiente edificio es estrecho y nos habla de la geología y gemología del lugar. Comentamos la mina de oro al aire libre de  Nanulaq (frente a Kusisuaq, donde los cachorros) y en la que el Capitán Jørgen estuvo trabajando y recordamos la parada a la mina de grafito de  Amitsoq. Nora nos había comentado que una de las piedras más apreciadas de Groenlandia es la Tugtupita. Un aluminosilicato anhidro de sodio y berilio con aniones de cloro e impurezas de hierro, galio, magnesio entre otros. Es piezoeléctrico, por lo que es capaz de generar corriente eléctrica mediante la presión y la tensión, presenta además tenebrescencia: se oscurece al exponerse a la luz y se aclara en lugares oscuros. Se descubre en  Tugtup Agtakortfia, al norte de  Narsaq. Tugtupita viene
de la lengua inuit y literalmente es  Sangre de Reno (Tugtup es reno). Vuelta a la casa, hoy cenaremos pronto para que no nos cierren los bares! Al final de la cena Nora hace gala de buena guía y sorprende a Marie con una tarta de bizcocho. En la cara de la cumpleañera asoma una emoción que difícilmente contiene únicamente rota por las velas trucadas que no paran de reencenderse una y otra vez. Los nightclubs explorers vamos al  Café 44,  que ayer estaba cerrado por ser domingo. El dueño nos comenta que JJ ha estado cerca de Qaqortoq pegándose con olas de hasta 4 metros. Aquí es toda una celebridad y no es para menos. El ambiente es más chusquero. Un escenario vacío repleto de instrumentos y una gibson acústica que no suena mal. Es demasiado relajado el garito y no hay marcha. Nos vamos al bar del hotel. Después de la marcha y el fiestón de anoche hoy está muerto. Recuerdo los gritos de una chica que nos decía ayer “¡mañana no salgo, que tengo que trabajar!” mientras dejaba su enésima cerveza en la mesa compartida con sus amigos. Ni el canadiense prestándonos su móvil logra
que remonte la noche. Regresamos a la casa tras una breve charla con el Capitán Morgan. La noche es más plácida. Los vientos van cesando poco a poco. Descansamos. Aún quedan cosas interesantes que hacer y ver en Nanortalik antes de nuestra partida de mañana. Es tarde, madrugada del lunes al martes y el baño no traga bien cuando tiro de la cadena. El nivel de agua sube en el retrete ¿Tenemos atranco?

A fin de cuentas, las bolsas negras ya no parecen tan mala idea.

Martes, 12 de septiembre de 2017 ¡Inuuinni pilluarit, JJ!

Tenemos atranco. A primerísima hora se presenta un pocero local y nos limpia la fosa. Todo vuelve a funcionar. Nanortalik me ahoga. Me levanto temprano y me doy una breve vuelta por el pueblo antes de que el resto de la expedición se levante. El foahn ha desaparecido por completo y los enormes cuervos hoy no disfrutan tanto. Uno de ellos amaneció muerto ayer cerca de nuestra casa. Tomo el sol en las escaleras de la puerta. Llega Nora para el desayuno. A medio día zarparemos rumbo Qaqortoq. Paso por la oficina de turismo y allí están Chris y Stephan enganchados al wifi. Jonathan viene conmigo. Dado que hoy me toca limpieza de platos pido a Lolo que me compre un mapa y más tarde saldo la deuda con ella. Allí compro una camiseta pensando en los aviones que me esperan de vuelta y que pese a la concienzuda colada, la humedad se queda en la ropa y los olores ambientales en las casas pasan de nuevo a las camisetas térmicas. Compro además semillas de angélica y un imán de osos polares.
Gastamos el tiempo dando una vuelta por Nanortalik, entre huskies, parejas inverosímiles bebiendo a las 10 de la mañana y alucinando con las chimeneas.
La construcción de chimeneas se compone de ladrillos que parecen disponerse al azar. La del supermercado da la sensación de que no llegará en pie hasta navidad.
Es la chimenea del horno y debo reconocer que la bollería está exquisita. Las mañanas son menos movidas que en Narsaq. La lonja de pescado funciona desde primera hora
de la mañana y al lado una pequeña tienda de ropa. Entro con Marie. La chica nos atiende estupendamente. Allí predomina una marca: INUIT, Nos despedimos. Hora de regresar a la casa y terminar la limpieza antes de abandonar el pueblo.

Último change2change en Nanortalik y despedimos a Trejo. Un extremeño curioso,
tiene un blog muy interesante donde cuenta sus aventuras por el ártico y gracias al cual he podido parchear las lagunas de este diario de viaje. Zarpamos rumbo a Qaqortoq (Blanco). En la zodiac de JJ ondea una bandera pequeña pero totalmente reconocible.  Erfalasorput “nuestra bandera” o Aappalaartoq (la roja). Thue Christiansen el creador de la bandera la resume de la siguiente manera: la parte blanca de la bandera simboliza la capa de hielo y nuestros fiordos están representados por la parte roja del círculo. La parte blanca del círculo simboliza los icebergs y la banquisa, y la parte roja de la bandera representa el océano. De camino JJ nos hace una parada en Alluitsup Paa para el picnic. Allí tienen un centro comercial con una planta llena de trabajadores pegados a ordenadores. Tiene pinta de un centro de control. De forma educada me enseña el baño, una estancia con 300 rollos de papel higiénico y con otra puerta en el pasillo que conduce directamente al vacío. Es el cumpleaños de JJ y Marie me saca una foto con él y le devuelvo el favor retratando a los dos cumpleañeros juntos. Tras el picnic volvemos a la lancha y tras una singladura rumbo norte, con el sol cayendo de pleno al oeste (y sin haberme puesto la crema protectora, lo que me da una extraña apariencia de mapache…) las coloridas casas de Qaqortoq nos recibe con tiempo apacible. Como en Noruega, cada color representa un gremio. Desembarcamos los petates, los subimos a un taxi y a pie subimos por la calle Algo Lyngesvej hasta una casa color mostaza. Escaleras largas, un pequeño porche y varias habitaciones. La mía alicatada de literas hasta el techo. Mis compañeros esta noche serán Jürgen, Konrad, Nicola y Jonathan. Vuelvo a cometer el error de coger la litera de arriba en núcleo urbano con bares…Tenemos una estancia con ducha y un pequeño baño a la entrada. La cocina es abierta al salón y una gran terraza que se desaconseja estar varias personas simultáneamente. Al rato sentado allí y con el sol cayendo empieza a refrescar. La casa no me gusta. Antes de subir todos los petates al alojamiento donde
haremos noche, Pedro ha reservado en el Lal’laati Córner, un pintoresco restaurante en mitad de la plaza de la ciudad. En dicha plaza hay una fuente y una casa colonial de hace 200 años, ahora convertida en casa museo. Frente a la casa la estatua de Arnannguaq (“Dulce muchachita”) que si no recuerdo mal es en honor de la primera mujer exploradora. El misionero luterano Hans Egede fundó la capital de Groenlandia, Nuuk. Es el Apóstol del país. La iglesia de hormigón blanca que está cerca está consagrada a su mujer, Gerturd Rask. Dentro de la iglesia hay un salvavidas encontrado tras el desastre del Hans Hedtoft. Salimos para dar una vuelta hasta el Lago Taseiqoq, que domina el norte de Qaqortoqy empalmaremos con la cena. Dejo la cámara y el trípode allí. Es bueno de vez en cuando disfrutar del lugar sin preocuparse de hacer esa foto que estamos todos deseando hacer. Y de nuevo Sila volverá a disfrutar a mi costa. El paseo transcurre desde la plaza con una fuente hasta un mirador desde el que se divisa toda la ciudad y parte del lago, donde la gente practica deportes, bien corriendo, haciendo mountain bike o en kayak. Nos sigue hasta la cuesta del cementerio un señor bastante desmejorado que más tarde, muy educadamente me pide un cigarro que
agradece hasta en tres ocasiones. Pasamos por unos locales de ensayo muy currados para que los chavales practiquen. La escena me deja embobado viendo como en Madrid cierran salas de música en vivo y locales de ensayo, mientras que en cualquier pueblito perdido de Groenlandia la música en directo es prácticamente obligatoria. Al otro lado del mirador se ven claramente los grandes depósitos de combustible para barcos.
Entramos en el Lal’laati. Es un local de madera muy bien acondicionado. Tenemos reservada toda la segunda planta para nosotros. Jonathan,
con acierto, se enamora perdidamente de la camarera, una rubia platino alta y con rasgos muy marcados, artista para más señas (inexplicablemente se olvida a las horas y la cambia por una cantante búlgara, pero…no adelantemos acontecimientos). Una cena para estómagos agradecidos, bañada en Qajaq, la única cerveza que parece gustar aquí, lejos de la Calsberg y la Tuborg. Como no podía ser menos, y con mi cámara en la casa, la aurora hace su aparición fiel a su cita, justo al finalizar la cena. Todos disfrutamos del espectáculo de luces. Esta noche vuelve a ser especialmente fuerte y la expedición se lanza a sacar fotos a la luz de las farolas. Como era de esperar, a los paisanos una aurora más o menos les resulta indiferente. Pedro sacaría una foto estupenda justo en el zenit: el ojo de Sila. De vuelta a la casa para aligerar ropa y celebrar el cumpleaños de Marie en Rockhouse con la pechotes, una nativa  que ha quedado prendada de Pera y la danesa que nos enseña una nueva palabra: Kassutta (dígase Gass Udda, literalmente “Deja que nuestros vasos se conozcan”). Las mujeres en Groenlandia no dan puntada sin hilo, avisados estáis. Fumando en la calle charlo con un danés fan del United y de Laudrup. Pedro ya ha hecho dos colegas nuevos. Una pareja canta en directo, no se les da nada mal teniendo en cuenta que tocan sobre una base pregrabada. Sí, cantan “Despacito”. Sí, cantan Enrique Iglesias. Sí, los españoles nos lanzamos a la pista. Sí, nos miran con cara de extrañeza cuando les cantamos las
canciones a un palmo de su cara. Sí, sospechan que somos españoles y bajan el volumen. Sí, provocamos una estampida de gente a la pista de baile. Cuando hacen un descanso charlo con ellos. Son búlgaros que se hacen llamar Extasy Duo. Dicen que se sienten inseguros cantando canciones sin saber español en Groenlandia. Para no taladrarme más la cabeza les pido Queen y consiguen lo imposible: destrozarme media discografía. Afortunadamente nuestros berridos tapan el estropicio. (Conste que son majos y no lo hacen mal pero es bastante probable que las conversaciones nocturnas con el Capitán Morgan desvirtúen la realidad en este punto). Creo que ya hemos probado suficientemente  las bondades de la noche de Qaqortoq y nos retiramos a descansar.

Miércoles, 13 de septiembre de 2017

Desayunamos en la casa deprimente. No me preguntes porqué, es la sensación que me provoca estar entre sus paredes. Tras recoger rehacemos el camino del día anterior. Un taxi carga nuestros petates hasta el embarcadero y nosotros caminamos hasta allí. De día Qaqortoq tiene bastante más vida que los lugares que hemos visitado antes y se nota en la cantidad de taxis que pasan incansables por delante de nosotros, tanto de día como de noche. Por cierto, también Toyotas. Para ser honesto, la litera de Qaqortoq es la más cómoda del viaje. En puerto volvemos a hacer el change2change para cargar la zodiac mientras juego con una niña a escondernos. Destino: Qalerallit Camp. El campamento glaciar. La singladura rumbo NW es de las más bellas de toda la expedición. Icebergs totalmente transparentes de color esmeralda nos dejan ojipláticos. El viaje es corto. A nuestra llegada el grupo de españoles del Consorcio guarda silencio sepulcral mientras atracamos. Algo ha pasado ahí. Cargamos con todo hasta las tiendas domo, que son magníficas construcciones de metal formando figuras geométricas y protegidas por una lona. Las puertas, pese a que cierran un poco porculeras por la holgura de las tuercas que componen el picaporte, son eficaces para mantener el calor dentro. Estamos protegidos del suelo y dentro tenemos espacio suficiente para 4 literas y una pequeña mesita con una sillita de plástico. La nuestra será la tienda íntegramente vasco-catalana-española. Una pequeña ópera nocturna multicultural y trilingüee. La noche de ayer desde este punto tuvo que ser mágica. Se divisan lenguas glaciares desde el mismo campamento, y sobre ellas el inmenso Inlandis. Tras recibir instrucciones de Francesco acerca de los #2 y de la logística del campamento, instalarnos en la tienda y descargar enseres en la cocina, bajo hasta la playa donde pequeños hielos han quedado varados. Cientos de gaviotas esperan el momento de salir volando. Dentro de los baños portátiles secos, un inmenso retrete completamente limpio, varios rollos de papel, un ambientador, un jabón de manos desinfectante y 3 m de caída a la más absoluta oscuridad. Perder pie aquí no es buena idea. Desde la playa observamos cómo los capitanes tratan de reflotar una de las lanchas que zozobra sin remisión. La maniobra consiste en arrastrarla y que la propia fuerza del agua mantenga a flote la embarcación. Parece hundirse sin remisión. Comemos en la tienda comedor y nos dirigimos al meeting point con Nora para cruzar el fiordo de Qalerallit para acercarnos a los muros del glaciar. En aquel mismo instante, mientras esperamos al resto de la expedición, una nube negra se levanta desde la parte de atrás de nuestro campamento. Damos el aviso a Nora y nos pide que nos quedemos allí mismo. Lógicamente, ignoramos sus instrucciones y le acompañamos por si hiciera falta ayuda. En el camino solo podemos pensar en qué producirá un humo tan negro en medio de la nada. Únicamente se nos ocurre la goma de la zodiac mezclada con carburante. No es la Leif Erickson ni la Avannaq. Hemos tenido suerte, pero probablemente Francesco y otro grupo no. Cargamos la lancha con las mochilas
y JJ nos acerca a la primera lengua del glaciar. Nos tiene reservada una sorpresa. Desde la zodiac el inmenso muro de hielo azul se va haciendo cada vez más y más grande y bajo su cobijo cientos de gaviotas reposan tranquilas. JJ en un momento dado detiene la embarcación para que podamos hacer fotos ¿Por qué no avanza más? Aún estamos lejos de la distancia de seguridad. En un momento JJ acelera al máximo y provoca una desbandada de las aves que encajan con el glaciar con una composición perfecta. El espectáculo es irrepetible y sobrecogedor. Casi podemos tocarlo. Al finalizar la maniobra y con todo el pasaje emocionado por el momento que nos tenía reservados JJ, le digo “¿Te encanta hacer esto, verdad?” JJ se ríe. Aún no ha celebrado su cumpleaños y le digo que aquí es bienvenido entre la expedición.

La lengua de la derecha ha retrocedido y no es tan espectacular. Queda una tercera lengua, será allí donde desembarquemos. Todavía recordando el momento vivido desembarcamos y dejamos las parkas bajo una lona. El tiempo apunta ya un cambio y las nubes empiezan a cubrirlo todo. Nos volvemos a cruzar con el Consorcio. Algo va mal. Nos cuentan que han pasado mucho frío y que pidamos otro saco de dormir…Alguien no leyó bien dónde se aventuraba, supongo, pero voy confirmando poco a poco la primera impresión que tuve de ellos en Keflavik. Y no, no es una cuestión de diferencias generacionales (excepto con uno, que me calló bastante simpático). Una breve caminata nos lleva al punto de reunión con Francesco, que ejercerá de guía de la marcha con crampones sobre el hielo. Algo le preocupa, se le nota nervioso. Nos da indicaciones para colocarnos el arnés por encima de toda la ropa, y de la forma de ponernos los crampones. Son más duros, y bastante más fuertes que los míos. Uno de los dientes traseros se me sale y Nora me ayuda a calzármelo de nuevo. Casco puesto. Estamos en los pies del glaciar. Un desnivel de unos 200 m nos separa del gran blanco. Todo preparado. Últimas instrucciones de Francesco y Nora. Grandes grietas se abren a nuestro paso, algunas de 20 y 30 metros. Francesco nos ayuda a sacar fotos en situaciones delicadas. Por detrás, Nora y Nicola ayudan a Fran con Jürgen. El tiempo, tanto meteorológico como de hora, impiden que subamos hasta el punto más alto. Desgraciadamente no podremos ver el Inlandis. El cielo sigue cubriéndose aún más. Fotos de rigor y caminata de vuelta a la base del glaciar. Guardamos los crampones, no sin antes darles un buen lavado para evitar la oxidación, los arneses y los cascos. Pienso para mí que es otra buena razón para volver y ver con mis propios ojos el inmenso desierto blanco. Mientras el resto termina de quitarse los útiles para el hielo, Francesco me mira y me dice ¿Tú cantabas? Y nos bajamos los dos cantando, y mientras cantamos se va relajando y me cuenta las causas de sus nervios.

De vuelta con JJ al campamento, otro grupito de españoles, estos bastante más majos, me cuentan que hoy no pudieron llegar hasta la lengua glaciar por la mañana porque estaba todo congelado para el desembarco y que ni siquiera han conseguido hacer kayak porque les cogió el día de los vientos huracanados con todos los icebergs en la bahía de Tasiusaq. Otro chaval me cuenta que él sí ha podido porque cogió un paquete
que mezclaba mountain bike y kayak. Los chicos son vascos y me caen de puta madre. Como siempre después de una experiencia así cenamos entre risas y el rugido de la cascada que está justo detrás del campamento. Y de algo más. Los más que impresionantes estruendos de la rotura del glaciar que parecen truenos a punto de abrir la tierra delante nuestra. Lluvia ligera, enemiga mortal del hielo. El nuevo foahn que se ha levantado y la lluvia pondrán a prueba la resistencia de nuestras tiendas domos. Son cómodas. Por primera vez aprendo la lección y le pido a Jonathan que coja la litera de arriba. Él será por esta vez mi esponja. Antes de dormir carreras furtivas a la luz de los frontales al baño. Sobre el fondo el baile de sombras de las velas de las cocinas. A la cascada y al glaciar le ha salido un duro competidor. Los pulmones de Pera son poderosos y acunan nuestra tienda hasta que nos quedamos dormidos. Mi navegante vasco es ahora un templario dormitando en la litera superior. Tratamos de secar la ropa húmeda pero Sila ya tenía preparado para nosotros el resto del viaje.

Jueves, 14 de Septiembre de 2017

Un inmenso estruendo despierta la tienda. El rugido de la cascada y el deshielo del glaciar parecen aumentar su volumen. Llueve incesantemente desde anoche y el día amanece sin tanto aire. Fuera el cielo está gris y la bruma no nos deja divisar el glaciar y a duras penas vemos los perfiles de pequeños icebergs nuevos que han ido a varar a nuestro lado de la orilla del fiordo. No queda ni rastro de los de ayer. La expedición remolonea en las tiendas y la llegada al domo de la cocina ya no es tan alegre como otros días. Hoy nuestra misión es salir a la búsqueda de caribús. Las caras de los exploradores están como el día. Hoy tendremos bajas. La lluvia parece que no solo rompe los glaciares. Nora, con el tono de voz del que sabe que solo puede recibir una respuesta negativa, propone que pese a la lluvia será interesante subir hasta el lago Tasersuatsiaq, donde suelen pacer los caribús. Las miradas están centradas en el hule de la mesa de desayuno (el hule de Nanortalik tiene espléndidos motivos navideños y de éste en concreto no tengo ningún recuerdo). Hay que levantar esta situación. “¿A qué hora se salimos?” La mirada de Nora cambia: ya tiene cómplices bajo la lluvia. Ocho expedicionarios iremos a la búsqueda de caribús, llueva, truene o se acabe el mundo. Cargamos con comida ligera y los termos. Cerca de las 10:30 AM es sencillo cruzar la cascada que sigue rugiendo y aumentando su volumen de agua. Remontamos uno de los ríos y llegamos a un inmenso valle desde el que se divisan montañas
verdes en su vertiente izquierda. Allí deberíamos poder cruzarnos con caribús. Los ríos bajan fuertes en el fondo del valle, pero aún no encontramos un pasaje complicado para el avance. Ha sido empezar la marcha y las caras vuelven a ser las mismas que estamos acostumbrados a vernos a diario. Ataviados con nuestras mejores galas para la lluvia las bromas retornan de nuevo para acompañarnos en el valle. Estamos contentos y la lluvia continua implacable. A la derecha ascendemos las laderas desiertas propias de un paisaje lunar para alcanzar la meseta que otrora ocupara el lago…y los caribús. En España, los óvidos, cérvidos y ganado en general acostumbran a tumbarse cuando llueve. Si aquí los rumiantes tienen la misma costumbre será complicado verlos. La meseta en la que nos encontramos es inmensa. El tiempo comienza a recrudecerse en este punto. En el fondo del valle las paredes nos cobijan bastante del aire. En la meseta los ríos bajan hasta el lago más caudalosos y tienen fuertes corrientes. Nos detenemos. La anchura y la profundidad es tal que podemos calarnos y que el viento nos arrebate el calor corporal a mitad de camino. Tras varios rodeos, avances, retrocesos y caminos alternativos para vadear el río y llegar al lago solo quedan dos opciones: retroceder o…Con una mirada cómplice y sin hablar alguien coge una piedra gigantesca y la tira cerca de nuestra orilla. Carcajadas. Tenemos un nuevo juego: construye tu propio puente y además, nos hará entrar en calor (a la vez que se demuestra que ni la lluvia ni los elementos pueden con la voluntad absurda de avanzar hacia lo desconocido). En no menos de tres ocasiones armamos nuestros improvisados puentes y tratamos de no convertirlo en un juego de petanca extrema. Pedro suele cruzar el primero y armar el puente desde la otra orilla. Otras veces será Jonathan. Así, entre río y río, llegamos al lago. Ni hay rastro de caribús, únicamente encontraremos pelaje a la vuelta. El agua ha borrado cualquier rastro de huellas. El lago es fantástico y tanto la niebla como la bruma le dan un aire místico. El agua no está excesivamente fría. Tras la foto de equipo regresamos. Hasta el momento hemos disfrutado calándonos. La vuelta ya no es tan cuidadosa. Pera se propone comprobar la teoría de la tensión superficial del agua cruzando corriendo una de las corrientes y por el resultado parece que funciona. Los ríos han crecido y la fuerza de la corriente arranca grandes trozos de las orillas ensanchando por momentos el caudal a nuestros ojos. Casi al final del recorrido Pedro carga con Lolo a su espalda para cruzar uno de los últimos escollos. Tras toda la travesía parece que casi todos estamos en igualdad de opinión respecto a querer conservar un acuario en cada bota. Queda un último paso: la cascada que en esos momentos ruge aún con más rabia. El volumen de agua debe haberse triplicado y cruzamos despacio hasta el otro lado. A unos metros queda el campamento. Toca cambiarse y convertir la tienda en un tendedero improvisado. Encendemos la calefacción que será nuestro tótem particular al que daremos de comer botas, calcetines, plantillas…es insaciable, cada vez pide más. Por precaución y con vistas a la caminata con crampones he traído un segundo par de botas remirígidas, las Bestard de Paramontaña. El primer par se los presté a Pedro para el día del glaciar dado que las suyas ya habían hecho su trabajo y andaban atadas con bridas. Después de comer pasamos la tarde revisando con Nora el viaje con un mapa delante y adorando al  Totem Shoes © 2017. La evaporación del agua provoca efectos relajantes. Pedro y Pera reparten vino español para elevar el espíritu. La lluvia parece cesar poco a poco. Nuestra cocina es ahora un inmenso tendedero. Cenamos sin caribús y aún así
estamos contentos y satisfechos. Nora verbalizó en el lago lo que todos pensábamos y dentro de la tienda, en la cena, un primer pensamiento nubla mi mente: mañana zarparemos rumbo a Qassiarsuq. Hoy será nuestra última noche en el campamento glaciar. En la oscuridad de la noche tres luces rojas palpitantes languidecen en la oscuridad ¿Qué ocultaban las nubes estas dos últimas noches para que ninguno pudiéramos contemplarlo?

Sila tiene un humor muy particular. La expedición regresa a las tiendas para descansar.

Viernes, 15 de Septiembre de 2017

Siguiendo la filosofía de los pájaros soltamos lastre antes de echar a volar. Último desayuno en Qalerallit y vuelta a preparar equipajes. Despedimos el wifi point decorado con cornamentas de caribú y bajamos a la zodiac todos los pertrechos hasta el punto de embarque. Destino: Igaliku (antigua Gardary las ruinas de la casa del obispo de Gardar, obra de la archidiócesis noruega de Nidaros (Trondheim, donde está la estatua del Santa Claus cabreado con una saco lleno de cabezas cortadas en la Catedral de Nidaros).  En la lancha todas las miradas se centran en popa: inmensos témpanos de hielo de un color verde esmeralda y con la transparencia de un diamante pasan ante nosotros por última vez. La singladura  también es corta: atracamos en Itilleq, una granja con una pequeña cabaña para dejar las parkas. Fondeamos en una bahía donde flotan plácidamente icebergs arrastrados por la  corriente desde el glaciar de Qooqqup, en el brazo de fiordo de Qooqqut y que desemboca en el fiordo de Tunulliarfik (El Ericksfjord).

El camino a Igaliku no tiene pérdida. A la izquierda están repoblando un bosque y el pimpollar avanza. Mientras caminamos encontramos vecinos en 4×4 y multitud de piedras que sirvieron para la construcción de parte de las edificaciones que en su día formaban Gardar. Tras una breve marcha llegamos al pueblo y al hostel donde comeremos. Otro perrete  para incumplir la regla antirrábica y dejamos las mochilas en el porche para pasear por las ruinas del obispado. Se compone de una catedral en forma de cruz del siglo XII con 27 metros de largo  y restos de grandes graneros. La iglesia actual es blanca y azul. Un candelabro de 7 brazos que ya hemos visto en otras cabañas representan los 7 capitanes vikingos que se repartieron los fiordos.
En cada iglesia un barco con el cual llegaron cada uno de los expedicionarios. Tienen problemas de humedad y un fuerte olor dentro. Los libros de salmos están en groenlandés. Son luteranos  protestantes por lo que las imágenes se reducen a los propios párrocos y a iconos evocadores locales. Una caseta contigua a la iglesia hace las veces de tanatorio. Tras la comida viendo ovejas  y corderos pacer a su aire por el pueblo, reanudamos el camino.  Al llegar a la bahía les pido a Nora y a Jonathan que posen juntos delante de los icebergs. Y Nora me devuelve el detalle.  Allí nos espera esta vez el Capitán Niels Sttender para llevarnos a Qassiarsuq. Al desembarcar, Niels clava los ojos en mi nikon y me dice entusiasmado que tiene mi modelo y  que usa una funda para sacar fotos subacuáticas mientras bucea. Un gran tipo este Niels.

La noche la pasaremos en casa de Ramón. Volvemos a cargar nuevamente con los petates de vuelta al hogar y allí nos reencontramos con nuestras maletas. Tras las duchas de cortesía, nos espera una cena de gala que si no me equivoco nos ha preparado Rafa, el cocinero del Leif Erickson.  La casa de Ramón es una vieja conocida y me siento feliz de no haber hecho noche en el hostel. Aquí estamos más a nuestras anchas y disfrutamos de la privacidad y el espacio que da un lugar conocido. Conservo la impresión que me dio el primer día que puse un pie allí y al finalizar el viaje le agradecí a Ramón haber puesto su casa a nuestra disposición. Esta última noche el cielo  también está nublado. Mientras Pedro corre se trae de polizón a un cachorrillo que se queda dormido en el porche. Llega Nora con nuestra cena de Gala. Ensalada, Foca Seca, Pez Lobo, Matalk, Ballena, Caribe, Foca, postre y.…whisky japonés cortesía de Marie. La foca seca se come con una sal amarilla especial. No está mal y repito dada la baja            aceptación      por  parte de los comensales. El segundo trozo está bastante más jugoso. Entre Jürgen y yo damos buena cuenta. El pez lobo sí causa sensación, tiene muy buen sabor. Ante la negativa a comer ballena  por razones de objeción de conciencia me hincho a grasa de ballena, que se come de igual manera que la piel de foca, acompañada por la sal. El sabor es suave y se presenta en el plato cortada  muy fina. La foca guisada tiene un fuerte olor y sabor a hígado y no agrada a todo el mundo. El caribú está preparado con salsa y el gusto es muy bueno y delicado. No es una carne especialmente  dura. Recuerdo el color y la textura de las piezas que estaba limpiando el cazador en Nanortalik y entiendo porque se lanzan a comerla seca y ahumada. Chocolates y bizcochos a los postres.  Agradecemos a Marie el whisky y la calentura extra de cuerpo que nos proporciona el brebaje. Nicola tiene un regalo de parte de todos para Nora. Repartimos besos y abrazos.

Regreso al laundry-bedroom tras hacer el change2change del petate verde a la maleta. Lolo se queda un rato con el cachorro y “en un descuido” el pequeño entra en la habitación comunal y se queda tumbado en la alfombra. Fotos de cortesía y de vuelta a la calle. En el laundry-bedroom un nuevo Totem Shoes © 2017 que, por temas de agnosticismo, pido a los dueños tengan a bien dejar en los  radiadores de los pasillos (ambiente húmedo, calor, fantástico caldo de cultivo de hongos…). Retorno a la litera con las mejores vistas del viaje. Y una vez más me quedo dormido con el arrullo  del generador que enciende la caldera con explosiones que se han vuelto con el tiempo un recuerdo imperecedero, como la camiseta verde con vida propia de Lolo.

Sábado, 16 de Septiembre de 2017

Último desayuno en Qassiarsuq, en Ramón House…en Groenlandia. Mucho silencio. Recorremos el sendero hasta el hostel y junto con el grupo de españoles subimos a rendir honores a Leif (nuestro nuevo amigo también le rinde honores a su manera). Hoy visitaremos las réplicas de Brattahlíð, el asentamiento vikingo de Erik el Rojo. En nórdico antiguo significa “Ladera empinada de una roca”, la granja particular de Erik, fundada en el 985. Allí se construyó la primera iglesia del nuevo mundo, Djödhildarkirkja, en honor a su esposa creyente Djödhilder y que fue la encargada de impulsar el cristianismo y convirtió a su propio marido, un reticente pagano, en su lecho de muerte. Al lado una granja de 53 metros de largo con un suelo de losas planas y bancos de piedra. Para su construcción se usó incluso un omóplato de ballena, y allí sigue si eres suficientemente paciente y tu mirada es aguda. Brattahlíð tiene la mejor tierra arable de toda Groenlandia y tiene además un albergue juvenil. Un retablo representa la llegada de Erik, sus costumbres, drakkar y cuervos incluidos (los usaban para saber qué cerca estaban de tierra y aquí han evolucionado haciéndose gigantescos). La réplica de la casa de Erik sirve como pasarela improvisada Prêt-à-porter Inuit. Pieles de caribú y pantalones de oso polar. El tiempo está embravecido
por momentos y a la salida de la casa comienza a llover ligeramente. Está claro que a Erik y Djödhilder no les hace gracia que nos vayamos.

Un caballo nos observa desde una finca pegada al sendero. Es hora de regresar a Ramón House y dejar preparados nuestros equipajes listos para el traslado al aeropuerto de Narsarsuaq ¿Es que nadie va a parar esta agonía? ¿En serio tenemos que irnos hoy? ¿Así? Hay un silencio mezclado por las prisas de no dejarnos nada en la casa. Antes de ir al aeropuerto Nora y Ajo nos tienen reservada una última sorpresa…
¿o será la penúltima? Durante la noche, mientras hacíamos la maleta, un español del grupo de expedición Pelayo entró en la casa de Ramón para buscar su maleta y no pudo encontrarla. Mientras esperamos en el hostel nuestra sorpresa comemos la pasta que nos prepara Rafa y allí vuelvo a encontrarme con el expedicionario. Ya ha aparecido su maleta. Me cuenta que en el aeropuerto todos los vuelos están cancelados. Nadie saldrá de Groenlandia hoy ¿Puede ser verdad? Aún no tenemos confirmación pero el murmullo del otro grupo no deja lugar a dudas. Cruzaremos los 5 km del fiordo hasta el pueblo de Narsarsuaq y pasaremos la noche allí. Una pregunta corta la tensión ¿Hay bares cerca del aeropuerto?????? El silencio ha cambiado. Muchos del grupo perderán sus comunicaciones con el aeropuerto de Keflavik, pero eso se resolverá a su tiempo. A la zodiac! Ajo nos recibe con una sonrisa. La travesía será para ver el fiordo Qooquut entre icebergs y acercarnos lo máximo posible al frente glaciar de Qooqqup. Hace frío, una suave lluvia nos moja la cara pero a nadie le preocupa. Todos estamos centrados en llevarnos una última foto inmortal de los enormes icebergs que campan a sus anchas en las frías aguas. El cambio de actitud sobre la lancha desde el primer día es notable. Ya no me preocupa el incesante traqueteo del fondo de la zodiac con pequeños icebergs apenas visibles. Disfrutamos ese último paseo como niños. La suerte hace que esté sentado a la derecha de Ajo cuando acerca la zodiac a un iceberg. Nora realiza una maniobra que nos deja a todos perplejos. Se dedica a cortar trozos de hielo con el piolet y los recoge en un cubo ¿Recogida de muestras para análisis científico mediante espectrómetro de masas? ¿Experimentos para el estudio de la composición de la atmósfera hace miles de años? Miro a Ajo y sonreímos…BLUE MARTINI TIME!!!!! Nora se acerca con el cubo y me dice: “Carlos, vas a ser mi ayudante”. Me da unos vasos de metal y poco a poco picamos el hielo del cubo para llenar los vasitos. Repartimos a toda la barca excepto Ajo, que saca una botella parecida a Sprite, para brindar con nosotros.

Carcajadas, fotos divertidas, momento        inolvidable en la mejor compañía ártica.

En el Leif se confirma la noticia. No habrá vuelos a Islandia ¡Gracias Sila, te debo una! Una noche más para todos en Groenlandia y digo todos porque en el hotel de Narsarsuaq coincidiremos todo el personal visible de la isla. Esperamos en la caseta
la llegada de nuestro transporte. Una vez Ajo atraca en el embarcadero, descargamos las maletas. Mientras aseguro mi chaleco salvavidas no me doy cuenta de que mi maleta no está. Se lo comento a Rafa y me dice que estará en la lancha, que no me preocupe, que la furgoneta está vacía. Será en el puerto de Narsarsuaq donde al hacer el último change2change agua-tierra, confirmaré que mi maleta se quedó en Ramón House. Se lo comento a Andrea y a Ajo mientras Nora está ocupada con el toyota y el remolque. Ajo me sonríe y me dice “¿Tienes el pasaporte ahí? Entonces…¿qué problema hay?”. El tío es socarrón hasta en el último momento. Andrea toma nota y al llegar al hotel se lo comento a Nora, que está atacada con las reservas, los cambios de vuelo de los diferentes transfer…No pasará una hora cuando Ajo regresará con ella y la dejarán en el hall del hotel. Nora me avisa. Sonreímos y le doy las gracias. Ahora toca las reservas. En un primer instante parece que están hasta arriba, pero nuestra dupla PP consigue presionar para que al menos diez de los expedicionarios no tengamos que irnos a un hostel un poco más lejos. Serán Nicola y Marie los afortunados. Nos acomodamos y vamos directamente al comedor para cenar. Allí está también media isla. Capitán Niels con Jørgen y Ajo. El grupo de canadienses frecuentabares y varios
grupos de españoles. Tras la cena, que devoramos como si fuera la última de un condenado a muerte, y las múltiples cortesías de mi compañero el navegante vasco, esperamos en el hall charlando animadamente de la hora de apertura del bar del hotel …y la que nos interesa del verdad…la del bar de Narsarsuaq! En una mesa Ajo charla animadamente con un hombre de aspecto europeo. Cuando me ve, pregunta si he visto mi maleta y tonto de mi caigo en la cuenta que se ha tenido que volver solo por equipaje. Le digo que espere y le arreo una cerveza de agradecimiento que él acepta con varias gracias. Luego le echo la bronca por no llevar la camiseta del Real Madrid y llevar la del United. Agradezco nuevamente el gesto y me despido de ellos. El compañero es su primo. Es el puto amo del futbolín. Ajo en cambio hace trampas. Mientras las guías se preocupan de arreglar las conexiones de los vuelos pasamos el rato en el bar. Hora de partir hacia nuestra última fiesta. El último bar. A menos de 10 minutos andando rodeando en la oscuridad de la noche una fachada pintada con la última cena inuit llegamos al garito. Aún es pronto y está medio vacío. No tienen internet esa noche por lo que el pago con tarjeta está condenado. El obligatorio escenario con instrumentos, una pista de baile infantil, un futbolín y una sala de billar con dardos. Recordamos viejos tiempos como portero de futbolín con el mismo resultado y aún peor como jugador de billar….terrible. Las bolas son más pequeñas y los agujeros también ¿O son las cervezas? A las 07:00 AM tenemos que facturar y a las 00:45 h sigo de charla con dos nuevos colegas fumando en la entrada del bar. Son de mi quinta y a uno le preocupa terriblemente porque se le han caído los dientes, como a la mayoría de sus amigos, antes de cumplir los treinta. No puedo darle una respuesta concisa pero el colega animado me pregunta qué es lo que más me gusta de Groenlandia. Sin dudarlo contesto que tienen paisajes maravillosos, noches espectaculares pero si en algo pueden presumir es en la naturalidad y la amabilidad de la gente. Tienen duende. Vine a Groenlandia por todo lo anterior pero si algo se queda para siempre es encontrarme a mí mismo en cada una de las caras de los groenlandeses que tuvieron a bien ponerse a charlar con un español con unas pintas
muy raras. Hay quien les considera el pueblo más feliz del mundo, tal cual. El tío pone cara de orgullo y agradece veinte veces el cumplido. Al día siguiente estará al pie del avión trabajando y nos despediremos por segunda vez. Su colega lleva una camiseta del Barcelona y bromeamos con Neymar. ¿Neymar, who the hell is Neymar? Puedes imaginarte por quien la lleva…Laudrup sigue siendo Laudrup 20 años después. Durante las noches de bares, en cada uno de los garitos me encontré con un danés dicharachero con el que compartía un minuto al día fumando. Allí estaba también.
Y al día siguiente echaríamos unas risas en el fumadero del aeropuerto de Keflavik. Hora de regresar al hotel y dejar preparada la maleta. El hotel es obra de los americanos. Compartiré una última vez habitación con el navegante vasco. El sueño ártico termina. Fuera lluvia fina y vientos suaves ¿Y si mañana fuera el primer día de mi sueño ártico?

Domingo,        17        de septiembre de 2017

Suena el despertador. Son las 06:30 AM. Últimos arreglos a la maleta y salimos hacia el  aeropuerto. Pedro y Pera salieron pronto para facturar y volver a desayunar sin prisas. Un paseo de 2 minutos y estamos en la cola. Mientras esperamos rellenamos la encuesta a Nora. De vuelta al hotel y desayunamos. La vuelta al aeropuerto es lenta, una última caminata disfrutando de los colores del otoño que pueblan ahora las laderas de Narsarsuaq. Comienza la despedida delante del puesto de control. Nora dedica a cada uno unas breves palabras. Parece que hemos pasado juntos un
año y el adiós se hace triste y alegre a la vez. “Adiós Heidi, te voy a echar de menos”. Por tres veces no la dejo escapar y le suelto tres abrazos. Me ha aguantado dos semanas y no la he visto quejarse ni un minuto… y para eso hay que estar hecho de otra pasta. En nuestro avión aterrizan nuevos expedicionarios para ocho días con Nora. Los ojitos le brillan. Hoy harán el valle de las mil flores…hoy comienza todo de nuevo. Hora de pasar el control y embarcar destino Islandia. A mi lado Fran y Jürgen. Elijo “So long, Marianne” de Leonard Cohen para despegar de Groenlandia con el beneplácito de Fran, hasta que Sila me mande otra señal de reencontrarme con su paraíso de hielo. Hasta que Sedna me llame porque ha llegado el momento de escarmenarla de nuevo.

Anotaciones    finales.

El sueño ártico se desvanece y ya no será el mismo sueño. A la llegada a Keflavik, Marie y Nicola serán los primeros en partir. Luego Fran, Konrad y Jürgen. Más tarde Pedro y Pera tras ayudar a Jonathan con los vuelos. Chris estará un par de días más en el aeropuerto. Lolo, Stephane y Jonathan volarán juntos a Paris. A última hora Airberlin decide cancelar mi vuelo y tras hacer la cola de facturación ordinaria y convertirme en damnificado de checkin preferente, me largan con un vuelo una hora antes del de Berlín a Dusseldorf, con conexión directa a Madrid. Pasado el control un último brindis. Son las 00:10 h. Adiós Lolo, adiós Jonathan.

Durante las dos primeras semanas al regreso a Madrid me despierto durante las noches totalmente desubicado y preguntándome ¿Dónde está el resto de la gente?