Cuaderno de viaje. Trekking de Landmannalaugar (Islandia 2022)

Prólogo.

En septiembre de 2021 visitaba Islandia por primera vez.  Una vuelta a la isla, en un viaje de 15 días, para conocer ese lugar con el que siempre había soñado.  Un año después regreso… como si fuese la primera vez.

8 de septiembre

Tras una jornada de viaje, y después de recorrer los pasos que llevan a la salida del aeropuerto de Keflavík, nos trasladan a nuestro alojamiento. Todo es igual, pero no tardaré en descubrir que todo es distinto.

9 de septiembre

Llueve. He viajado sola, pero eso solo ha sido hasta hoy. Presentaciones con aroma a café, expectación y mucha, mucha ilusión. No para de llover en todo el camino dirección Landmannalaugar, nuestro primer refugio. Pero eso no importa, un río de aguas termales nos espera bajo la lluvia.

10 de septiembre [Landmannalaugar – Hrafntinnusker – Álftavatn (24 km)]

Comenzamos el día con un buen desayuno para afrontar la jornada. Con las mochilas a nuestras espaldas mis compañeros, nuestro guía y yo damos comienzo al trekking. 24 km bajo la lluvia, entre montañas de colores, que tímidas refugian sus secretos de azufre, riolita y hierro bajo la niebla. Paisaje que hierve entre las fumarolas, ríos que rompen los valles; una sonrisa perenne en mi rostro. Llegamos a Álftavatn, que nos muestra toda la belleza del lugar con la perfecta imagen de su lago y sus montañas.

11 de septiembre [Álftavatn – Emstrur (16 km)]

La lluvia da paso a un cielo azul salpicado de nubes que nos vigilan a través de la ventana mientras damos buena cuenta del desayuno. Iniciamos la jornada vadeando nuestro primer río para dar paso a senderos donde el musgo, de un verde fosforito y brillante, nos acompaña. Avanzamos hasta llegar a un desierto de arena negra, el cual atravesamos entre el silencio que engulle el viento del norte. Improvisamos, sobre unas rocas, un buen lugar donde comer y descansar antes de llegar a Emstrur, refugio de los sueños que me visitan durante la noche.

12 de septiembre [Emstrur – Básar (15 km)]

Los 15 km que recorren nuestros pasos nos adentran en un bosque tupido de pequeños helechos, donde florecen los colores del otoño. Después de cruzar el río, en el cual realizamos nuestro último vadeo, paramos a comer abrigados por el bosque de Thor, antes de continuar con destino a una ducha de agua caliente y una buena cena.

13 de septiembre [Básar (Thorsmork) – Fimmvörduháls (11 km)]

La inmensidad ante mis ojos. Otro paisaje. Paredes escarpadas, glaciares recortando el horizonte; un escalofrío recorre mi cuerpo. Y volcanes, lava petrificada conformando una nueva imagen en mis ojos. Y así llegamos a nuestro último refugio. Allí, donde piensas que nada puede haber, allí estamos nosotros, en Fimmvörduháls, tras 11 km en continuo ascenso.

14 de septiembre [Fimmvörduháls – Skógar (15 km)]

Cuando desperté no podía imaginar todo lo que me depararía el día. Comenzamos el descenso por un sendero repleto de cascadas. Solo quedan 20 minutos para finalizar cuando caigo al suelo, no sé si por los designios caprichosos de la vida o por una travesura de los elfos que allí habitan. Pero no es momento de parar. Unos pasos más y nos encontramos ante la majestuosa Skógafoss. – Difícil olvidar todo lo que sentí en aquel instante. –  Pero el día aun nos guarda una sorpresa. Después de cenar, ya en Reykjavík, el cielo inunda nuestras miradas con el baile de las auroras boreales. No hay palabras para describir esa noche que perdurará, inevitablemente, en mi memoria.

15 de septiembre [Reykjavík]

Día de despedidas. Agradecida por las personas con las que he compartido este tiempo. Feliz por todo lo vivido en un viaje por el corazón de Islandia.

Nota de la autora

Dicen que una cicatriz es la marca que soporta la carga de lo sucedido, una herida que ha sanado. Yo, no puedo evitar sonreír mientras miro mi cicatriz en el tobillo; un recuerdo que mide exactamente 80 km, grabado en mi piel para siempre; la prueba de un sueño cumplido.