Yoli Andrés – Lofoten
BEIWE
Comenzaba mi aventura por las islas Lofoten, el viaje prometía experiencias y paisajes nuevos para mí, el simpático paseo en trineo de perros y la magnificencia de observar con mis propios ojos auroras boreales despertó mi curiosidad. Íbamos saltando las islas Vesteralen y hoy tocaba la visita a la granja de renos. Hacía frío y esperábamos a que Laila nos recibiera. El recinto estaba oscuro. La tenue luz de unas velas y un fuego que iba avivando Laila, dilataron mis pupilas. Nos sentamos sobre pieles de reno escuchando el crepitar de la madera. De cuando en cuando, Laila metía un cucharón en un gran perol impregnando el ambiente de un característico olor a sopa que se mezclaba con el humo de los leños mientras explicaba la vida del pueblo sami y de su granja de renos. Uno a uno fue repartiendo unos cuencos grandes. Era necesario ambas manos para sujetarlo. Humeaba. En su interior reposaban las verduras y tropezones de carne que habían dado la sustancia a un contundente caldo que calmaría mi frío y el incipiente apetito que se me había abierto con el olor que emanaba aquella olla cercana al fuego y fue entonces cuando de repente vi a una joven que sólo yo parecía ver. Era menuda y risueña, muy rubia. Tenía una mirada penetrante y me observaba divertida ante mi estupefacción. Aquel pequeño ser etéreo fruto de mi imaginación que reía y jugueteaba con mi cuchara al fin se serenó. Me dijo que su nombre era Beiwe y que tomara la sopa despacio porque me iba a contar una historia, su historia…
Era un ser de la noche y su vida cobraba sentido cuando llegaba el invierno y todo estaba cubierto por el manto blanco que abrigaba su mundo. Era entonces cuando sus ojos cambiaban de color, se volvían verdes, de un verde intenso y brillante. Oscuros, como la noche que le acompañaría durante tanto tiempo.
Salía cuando el abuelo dormía para saludar al firmamento que la reconocía después de las estaciones. Había llegado transportada en polvo de estrellas, era tan pequeña y tan blanca que pasó desapercibida hasta que Johannes, el abuelo sami, la encontró entre los árboles una mañana que salió con sus renos a pastorear. Allí estaba envuelta en una manta de piel de reno riendo y pataleando a pesar del frío. El hombre se agachó extrañado, miró a ambos lados, se aseguró que no era el cachorro de algún animal y confirmó que aquellos sonidos guturales que llevaba un rato escuchando provenían de un bebé. Y él, ¿qué haría él con un bebé? La tomó con cuidado y al levantarla una pequeña caja de madera cayó al suelo. Se agachó y la guardó en uno de los amplios bolsillos que tenía su grueso abrigo. De nuevo se puso en marcha hacia su lávut, aquella tienda construida con maderas y pieles no era lugar para una criatura tan pequeña, pero de ¿dónde había salido? ¿Quién la había dejado allí? Un sinfín de interrogantes se amontonaba en su cabeza. El lávut era provisional, él lo iba cambiando de lugar pastoreando a sus renos… pero ahora, ¿qué haría ahora? No había vecinos en las tierras colindantes, llevaba tantos años solo… entonó un canto yoik acordándose de su esposa. Ella habría sabido qué hacer. Siempre sabía qué hacer. Pero no estaba, le dejó hacía ya muchas lunas y desde entonces él no permanecía demasiado tiempo en el mismo lugar. No quería volver. Demasiados recuerdos. Se sucedieron las imágenes de su vida con Sunna a una velocidad casi vertiginosa, la escuchó lamentarse de no haber podido darle un hijo y… pero ¿qué estaba haciendo? Aquel bebé necesitaba cuidados, y alimentarse. De un salto se incorporó y fue verla ¡era tan bonita! La tomó en sus brazos y le ofreció con un dedo gotitas de leche tibia de las hembras de reno que amamantaban a sus crías. La niña succionó agradecida y se durmió mecida en los enormes brazos de aquel hombre que toda su vida había dedicado a cuidar de los renos y a pescar salmones en los fiordos.
Cuando el fuego se convirtió en rescoldos se tumbó con la pequeña en su regazo y se durmió profundamente. En sueños Sunna le visitó, acunó a la niña, le tejió ropa de abrigo y le cantó una nana. Al amanecer, el hombre sami advirtió que ella había estado allí, podía percibir su olor que jamás olvidaría, vio a la pequeña vestida y supo que debía llamarse Beiwe como la diosa que anunciaba la primavera.
Transcurrieron los años y el hombre educó a la niña siguiendo los consejos que llegaban a través del cielo. Sunna nunca le había dejado solo. Johannes le fue construyendo juguetes y unos esquís de madera para acompañar a los renos a buscar alimento. Beiwe creció y aprendió a vivir como una sami, a cantar yoik a su Sunna, a recorrer los caminos en el trineo al que se enganchaba con los zapatos puntiagudos que tanto le gustaban y era tirado por la manada de perros huskies y a cocinar sopa de reno con verduras.
Beiwe también aprendió a vivir sola cuando Johannes partió. Fue una noche de invierno y ella se despertó en la penumbra como hacía siempre en los meses oscuros, el hombre apenas podía respirar pero sacó las últimas fuerzas para entregarle aquella cajita de madera que encontró junto a su cuerpecito el día que cambió su vida para siempre. La tierna mirada del hombre y los ojos vidriosos de la joven que contenía el llanto fueron suficientes para despedirse el uno del otro.
Beiwe salió de la tienda lávut con el pequeño tesoro entre las manos y al abrir la caja un haz de luces brillantes inundó el cielo. Aquel pequeño cofre guardaba las auroras que le traían a Sunna y ahora se llevaban a Johannes. Ambos la observaban con ternura y le dijeron que siempre permanecerían juntos porque Beiwe era una hija de las estrellas.
De pronto sentí que unas manos se posaban en las mías para preguntarme si quería más sopa. Era Leila que clavó sus ojos en los míos y sonrió asintiendo como si ella supiera de mi encuentro imaginario con Beiwe. Denegué con la cabeza el ofrecimiento y me dispuse a sacar fotos a la estancia y a abrigarme de nuevo para conocer a los renos desconcertada por todo lo ocurrido.
Durante todo el día no pude dejar de pensar en aquella mágica e irreal visita. Al caer la noche, un cielo plagado de luceros vistió el firmamento. Salí afuera y respiré el gélido aire de la noche. Introduje las manos en los bolsillos para calentarme y de repente, noté algo pequeño y duro dentro. Lo saqué y para mi sorpresa vi que era una pequeña caja de asta de reno. La abrí con cuidado y de su interior surgieron pequeñas estrellas brillantes que se alzaban hacia el cielo. Levanté la mirada y de nuevo la vi. Era ella, Beiwe. Volvía a reír y me tendía sus manos. Esta vez las tomé y juntas partimos en un carro de renos.
La luz se tornasoló en mil colores, nos empapamos de su energía hasta convertirnos en un arcoíris que danzaba en el aire donde nos esperaban Sunna y Johannes para fundirnos en un gran abrazo verde como los ojos de Beiwe.
Magnifico! El cielo y su magia antediluviana. Siempre marcando nuestro camino.
Gracias, Victoria. Un viaje mágico…
Magnifico relato que recuerda historias al calor del fuego y las estrellas.
Gracias, Sergio, así fue y perdura…
Querida Yolanda, parafraseando a Paco León, todo es «tan bonito, que parece de verdad» y, por si fuera poco, es real
Gracias, Dolores. LO fue y lo es. Lo será siempre.
Muy especial. Mágico y enternecedor. Te lleva a ese ambiente con los detalles descrptivos. Me encanta.
Gracias, Manuel. Aquella cabaña y la sopa lo hicieron todo. Un viaje para repetir.
Yolanda, un cuento redactado con gran sensibilidad. Me emociona y encanta
Gracias, Patricia. Una de las mejores cosas del viaje fue conocernos.
Relató mágico, como lo es su autora! Me ha gustado mucho!
Gracias Esther. Todo el viaje fue mágico, sorprendente y muy especial.
Qué fácil es leerte, cerrar los ojos y viajar… Viajar lejos junto las estrellas, y abrigarse con el calor del fuego, el aroma de la sopa, y el calor de tus bellas palabras y tus maravillosos relatos. Tu haces que la realidad sea un bello cuento, y tus cuentos una bella realidad. Gracias 😘
Gracias Ana. Qué bonito comentario y cómo me gusta que lo sientas así.
La magia, como casi todo, la ponen las personas, y desde luego aquel viaje tuvo 8 magias en una furgoneta que tuvieron la oportunidad de conocer a Yolanda, Pura magia llena de Auroras Boreales interiores y de la calidez de las sopas de Laila.
Gracias, Beatriz. Aquella magia desde el minuto uno. VAmos a contar también a nuestro Guía David, que fue uno más. Un viaje inolvidable. Como conocerte.
Yolanda:
Felicitarte de mi parte es poco. Beiwe, tiene algo mágico, emparentado con esas leyendas y cuentos de hadas, que junto al ballet dio origen, por ejemplo, a la clásica obra «El Lago de los Cisnes». Habrás agotado buena cuota de tu intelecto para hacerle honor a esas maravillas de la naturaleza que son las auroras boreales, decorando un ambiente imaginario con personajes míticos de leyendas nórdicas. En el abuelo sami Johannes, me parece ver uno de esos hijos del sol, nómades nativos pastores de renos que vagaron solos en su ocaso de vida por los bosques helados de Laponia, típico parecido a Santa Claus. A su vez veo en Beiwe, un hija celestial que Johannes recibe de la fallecida Sunna, una niña, que esta mujer no pudo darle en vida de matrimonio a Johannes. Esta hija es el ser de la noche, la diosa que anuncia la primavera cuando muere el invierno: El impacto de una aurora boreal en el firmamento. De verdad, me ha encantado.
Gracias, Juan Carlos. ¡Qué bien me has entendido! Me alegro de que te haya gustado. Es una cultura fascinante en un lugar totalmente envuelto de magia.
Qué decir que no esté dicho ya… Como diría Jesulín, en dos palabra IM – PRESIONANTE
Aquí te va la «S» que me he comido. En una pequeña caja de asta de reno
Gracias, Rafa.Fue un viaje lleno de momentos especiales.
Que bonitas❤️ Otro día me llevas en la maleta😁
Gracias, Naroa. Haré sitio para que vayamos juntas. me encantaría!!!!
Felicidades por tu cuento, lleno de emocion, el cual te transporta a ese escenario magico…..preciosooooo…..
Gracias, Arantza. Un halago tus palabras. Me alegro de que te haya gustado.
Hoy yo también he visitado esas tierras de tu mano, y despierta y muy atenta he soñado con Beiwe
Gracias, Mamen, yo sueño con ella aún.
¿Magnífico relato?, no sabría que decir Yolanda, ha habido momentos en que me parecía que no era un «cuento», que realemente lo habías vivído. Me ha encantado, me apunto a todo lo que te han dicho arriba las demás personas que han comentado. Tu relato es puro realismo mágico, por un lado es real, y por otro mágico. Enhorabuena Yolanda, eres una artista muy grande!
Gracias, Mario. Tus palabras me abruman.
Yolanda es un relato muy bello. Me he visto trasportada a través de él a esas islas que se me antojan de otro mundo. Y, sin embargo, he viajado hasta allí gracias a ti. Me ha parecido realmente mágico. ¡Un cuento para escuchar al calor de la lumbre!
Gracia, Ana María. Me emocionan tus bellas palabras y me alegro de que te guste el cuento. Un cuento donde la magia es la protagonista.
Eres una es escritora maravillosa. Consigues comunicar el calor y la luz que sentiste.
Ánimo y escribiendo para deleitarnos.
Muchas gracias, Bittori, Me alegro mucho de que te haya gustado.
Qué bonitos y cuánta magia…
Gracias Merche.
Es un lugar mágico, imposible de quedarse indiferente.
La magia del relato se plasma en tus letras.
Ya sé que además de viajera y fotógrafa, eres ya escritora.
Enhorabuena!
Gracias Fernando. El viaje se presta a soñar.
Muy muy bonito 😍😍😍
Gracias Luis Miguel, me alegro de que te guste.
Es un relato precioso. Tienes una sensibilidad especial para hilar belleza a través de tus palabras. Enhorabuena por tu talento. Un abrazo.
Gracias por tus bellas palabras, Gabriella.
Preciosa historia
Muchísimas gracias Raquel, me alegro de que te haya gustado.
Es un relato maravilloso como siempre lo haces. Un abrazo
Ketty gracias por haberlo leído y comentar. Vuestras palabras siempre llenas de cariño.
La magia de las Auroras Boreales
Gracias Luis. Son abrazos de luz como los vuestros.
Maravillosamente bueno
Gracias, David. Maravilloso fue el viaje.
Eres una viajera polar maravillosa.Tus palabras han hecho magia. Un relato fantástico, emotivo y evocador. 👏👏👏👏👏👏
¡Enhorabuena!
Gracias Amelia. Esas tierras me envolvieron con manto blanco y verde.
Mi
sueño polar.
Un placer leerte.
Gracias Jose. Realmente es un sueño.
Los viajes mágicos son los mejores, ya que todos los sentidos van cogidos de la mano del lugar en el que estés,grandes aventuras te esperan todavia…que con tus relatos y fotos,tus mágicas historias tambien seran mias.
Gracias Igor. Este viaje tenía una caja llena de sorpresas mágicas.
Una historia real escrita por tu dejarte llevar por ese momento mágico de estar en otro país envuelta de otra cultura, tanto ahondas en tus viajes que salen historias preciosas en las que recreas una realidad de su cultura, de sus vidas, nos transportas a ese país… Y me dio unas ganas de probar esa sopita de reno y verduritas… Delicada y bella historia muy bien conectada.
Gracias, Ingrid. La sopa estaba deliciosa y el ambiente al calor de la lumbre hicieron el resto. Un viaje maravilloso.
Es un cuento tan bonito que parece real.
Casi casi lo fue, Pilar. Gracias
Ficción y realidad van en este relato tan de la mano que no sabrías decír cuando es una u otra… Me ha encantado la historia de Johannes, Bewie y Sunna; difícil no emocionarse con ella y dejarse llevar por ese sinfín de sensaciones descritas.
Gracias Pilardi, eres muy generosa con tus palabras.