Los espejos de Noruega
Cuando fui a Noruega este verano, me sentía agitada como un puchero con agua hirviendo. Quería verlo todo, olerlo, tocarlo, treparlo, escucharlo……..
Tenía prisa, urgencia por aspirar y retener tanta belleza presentida hacía mucho, y ahora tan presente por todas partes. Me acompañaba mi hija.
No sabía que una experiencia de luz y de silencio y de anhelo abriría las puertas de mi ser al mundo de los espejos profundos y hechizantes de los antiguos noruegos, y de su legado.
Me encontraba junto con mi hija recorriendo un sendero alrededor de un precioso lago, en el que el agua totalmente inmóvil se convertía, sin pretenderlo, en el gigante espejo de un paisaje de belleza abrumadora de altos y escarpados picos rozando el cielo, que se derramaba sobre la superficie y formaba otro cielo sobre el agua, donde la mirada y el alma se quedaban atrapadas en tanta quietud y hermosura.
La inmensidad y pureza de lo que contemplábamos hizo que nos quedáramos en silencio, saboreando el momento, y sentimos que queríamos entrar en ese espejo, hundir las manos y coger un poco de esos cielo y tierra.
Sin mediar palabra, bajamos por un sendero hasta la orilla, y con mucho cuidado para no romper la superficie, metimos nuestras manos formando un cuenco para hacer con cada uno un espejo chiquito.
Yo miré el agua entre mis manos y creí ver un rostro amigable y sonriente que me señalaba un risco al lado opuesto de dónde estábamos. Fue sólo un instante y luego sólo sentí el frío del agua helada entre mis manos, que tuve dejar caer.
A mi lado, mi hija miraba fijamente el agua entre sus manos. Se la veía feliz, con una luz especial en sus hermosos ojos azules. Me pareció ver un pequeño troll casi transparente que salía del lago y se subía en las manos de María. Sin decirme nada se marcharon de allí y dejé de verlos.
Me extraño y empecé a llamarla a voces y rompí el silencio del paraje con mis gritos y mi angustia.
El agua del lago pareció escuchar mi miedo, empezó a llover y la superficie se quebró en pequeñas olas que silbaban, me mojaban, se rompían y me aturdían aún más. No sabía qué hacer. Miraba una y otra vez al lago al lugar dónde estaba un momento antes mi hija y ahora sólo había agua, rota por la lluvia y muda.
Comencé a rodear el lago, buscando algún rastro de pisadas y anduve así un buen rato con dificultad, pues ya no había sendero, y a veces la orilla no estaba clara entre la vegetación.
Entreví una roca muy grande, que me era algo familiar, y empecé a trepar por donde pude. Conseguí llegar a lo más alto donde había un saliente que parecía un asiento natural. Me senté para descansar y al mirar a lo lejos, vi una columna de humo que parecía salir del bosque. Me fijé bien y distinguí lo que parecía un edificio pequeño con el techo cubierto de musgo verde. Ayuda!!!, pensé.
Traté de memorizar dónde veía la cabaña y bajé de la peña dispuesta a encontrar la manera de dar con mi hija. Pero una vez abajo, el camino no era fácil y anduve y desanduve muchas veces entre árboles, maleza , y el lago. Estaba ya cansada, pero sobre todo preocupada y con frío. Intenté serenarme, cerré los ojos y haciendo silencio a mis miedos, sentí un escalofrío y al abrir los ojos ví una especie de animalito verde como si fuera un trozo grande de musgo brillante con dos patas que saltaba y luego se quedaba quieto. Me picó la curiosidad y empecé a seguirlo, pero desaparecía y al poco creía volver a verlo.
Recordé que en uno de los pueblos que habíamos recogido nos habían contado que, según la tradición, se decía que en algunos lagos especiales vivían unos diminutos seres que podían vivir tanto en el agua como en el bosque y sólo se aparecían a personas que supieran apreciar y cuidar a la madre tierra. Los llamaban los guardianes de las tierras del Norte. Cuidaban del equilibrio entre el cielo y la tierra y el agua dulce y salada, de la salud de los bosques y páramos, de que no faltara alimento para animales y hombres. Pensé que el musguito patudo era uno de ellos???
Parece que los guardianes sabían en qué humanos confiar y también tenían como tarea hacerles sentir su llamada para hacerlos sus ayudantes humanos, dándoles el poder de entender las piedras, escuchar el sentir de las plantas, la capacidad de descubrir los secretos de las criaturas salvajes, de ver los caminos ocultos del agua y de la vida.
Elegían a sus ayudantes sin que éstos fueran conscientes de nada; pero cuando se acercaban , atraídos por su gran belleza, a un lago o un fiordo y sentían el impulso de meter sus manos en el espejo del agua helada era cuando les transferían los poderes y conocimiento a través del agua helada y les asignaban una misión de ayuda y rescate, que se grabaría como uno de los más profundos anhelos de su ser, para ser desempeñado en su vida.
Esta tarea la incorporarían en su quehacer vital allá dónde vivieran y cada cierto tiempo, distinto para cada ayudante, volverían al lago dónde fueron elegidos, a vivir unos días cerca del agua, para reforzar y recargar sus poderes y conocimiento y poder continuar su contribución concreta para mantener vivas especies en peligro, para asegurar el sustento en lugares inhóspitos, para llevar agua a desiertos, para erradicar basuras, eliminar venenos, fomentar el reparto de alimentos, agua, sol, aire limpio entre los humanos y los que los sustentan.
Noté que mi miedo paraba, entendí de pronto por qué la ilusión de venir a Noruega, tanto de mi hija como mía…… Estábamos siguiendo una llamada silenciosa pero muy potente. Me levanté , ví a lo lejos el musgo caminante y sin vacilar y con una extraña seguridad, empecé a caminar por el bosque hasta que, tras una media hora de caminata encontré la cabaña con techo de vegetación y una puertecita de madera que había visto desde la roca. Llamé con fuerza y me abrió mi hija!!!! Nos abrazamos emocionadas.
Me dijo: sabía que me encontrarías. Un guardián del lago me lo hizo saber. A que ya sabes por qué estamos aquí?? me dijo. Cuando bajamos al lago y metimos las manos, un pequeño troll de agua me saltó a las manos y se oyó un ruido por detrás como de un animal. No me dí cuenta de decirte nada, por la curiosidad del momento, y empecé a seguir el rastro. Ví un alce enorme, pero corría más que yo y lo perdí de vista. Qué rabia, pero en cambio me encontré con este refugio tan bonito. Vi luz, así que llamé y me abrió un señor muy amable. Me dijo : te estábamos esperando. Me quedé sin saber qué decir. Pero si yo no sabía que iba a venir!!!
Ya me dijo él, pero tu guardíán del lago, y señaló al pequeño ser de agua, nos lo había anunciado. Me guiñó un ojo.
Resulta que este señor es un científico famoso que últimamente está estudiando las condiciones de vida de líquenes y musgos polares, que son una fuente muy rica de oligoelementos. Pero están disminuyendo mucho en número debido al aumento de la temperatura ambiente en los últimos años y trabajan en un proyecto para su recuperación.
Yo le dije que era bióloga en paro muy interesada en plantas raras y me sonrió. Me dijo, ya lo sabía y por eso y por tu guardián te estaba esperando. Tenemos una plaza para trabajar aquí durante un año en nuestro proyecto y puede ser tuya. Le dije que lo voy a pensar, pero creo que aceptaré, es casi un regalo.
Yo entendí enseguida que ésta era su primera misión de espejo. Sonreí feliz por ella y aunque creo que yo no había sido elegida por los guardianes, pensé que mi misión había sido escuchar y apoyar a mi hija y aprender de ella.
Decidí que a mi manera, haría mis pequeñas contribuciones para devolver al planeta un poquito de todo lo que me ha dado y así evitaría usar más agua de la necesaria, renunciaría en lo posible a los plásticos y aprovecharía más el papel, los alimentos, la ropa, la luz….y también que cuando mi hija volviera al lago, vendría también yo y hundiría mis manos en el lago para coger fuerzas de nuevo de los espejos de Noruega. Deseo de corazón que con el trabajo de los guardianes del Norte y de sus numerosos ayudantes, estos hermosos espejos vivos de Noruega puedan reflejar como siempre han hecho, una tierra que sigue marchando, respirando y sosteniéndonos.