Gregorio Peralta – Laponia

Descendió de la chalupa, puso pie  en tierra  y se despidió del tripulante de la embarcación.

Ante la mirada desconcertada de aquellos dos pescadores de Magerøya que preparaban los aparejos de pesca que utilizaban para pescar, comenzó su ascenso al acantilado que culminaba 300 metros más arriba.

Así pues, he llegado; ya estoy aquí, cago´n dios.

Aspiró el aire gélido llevándose  a los pulmones el soplo de aquél viento polar.

Nevaba apenas  y contempló el horizonte del Ártico, en aquél lugar  en el que se unían los confines del mar de Noruega y el mar de Barents mientras, allá abajo, las olas golpeaban las rocas con muy mala leche.

Y ahora? Ahora qué, se preguntó. Pues ahora es el momento de regresar; para eso he venido, no? Para regresar, se respondió. Ahora voy a volver. Ahora me voy a marchar de aquí y voy a desandar  lo andado. Ahora voy a emprender el camino de vuelta. Ahora voy a volver a casa, a mi hogar.

Su hogar? Qué coño era eso de su hogar?

Se llevó la mochila a la espalda y se dijo: Es el momento de volver con el perro Bruno. Al perro Bruno le gusta que sea yo quien le da el desayuno.

(Extraído y glosado  del cuaderno de expediciones del viajero Hans Steiner; Noruega, 03/24/1879)