UN ANIMAL EN LA NOCHE DE GROENLANDIA

Es una noche de verano en Groenlandia, me toca hacer guardia en el campamento mientras los demás duermen, hay una calma tensa, debo estar atento, los ojos bien abiertos, puede haber auroras tras las colinas. Camino en círculos en un silencio que casi me hace daño en los oídos. Estoy cansado, hace unas horas hemos cruzado el fiordo Ikersuaq con un ejercito de kayaks, a través de la niebla y los icebergs que se rompen en pedazos a nuestro paso como mis recuerdos anteriores a esta aventura. Porque ya no hay un antes, ya todo es este lugar mágico, esta noche fría, ya no soy el mismo. La Luna me mira con una luz increíble, me quiere decir algo. – Lo sé, no estoy solo. Esta el animal. Pero no me hará daño, se esta muriendo -.

Me doy la vuelta y le miro: es enorme, su cuerpo se extiende hasta el fin del mundo, y está ahí, tirado, quejándose. Me saca la lengua. Yo le miro y no digo nada. Le llaman el Indlandsis. Es extraño, esta vivo, se mueve, se desliza sobre la tierra y se desplaza, lo intenta, pero se rompe, y al caerse pega un zarpazo sobre el mar. Se esta deshaciendo, pero no se resigna, tiene miles de años, es viejo, y le queda poco, como a los de su especie, quizás por eso grita, quizás esta cansado… Y yo camino, pero no aparto la vista de él, me relaja, me preocupa. Ojalá pudiese ayudarlo a seguir… Ojalá pudiésemos hacer algo…