Para el IV Concurso de Relatos Tierras Polares 2015
Nombre y apellidos – Pablo Font Carnicero
Titulo – Snæfellsnes…….. La península encantada (Islandia)
Viaje de referencia – La gran vuelta de Islandia (julio 2015)
Este relato que aquí os envío, ya lo he publicado de forma algo más extensa en el blog:
Snæfellsnes…….. La península encantada (Islandia)
Como es usual por estas latitudes, ya que el aislamiento crea ociosidad y esta es enemiga de la distracción, los islandeses desde siempre han sido grandes escritores y muy buenos lectores, es por ello que cada lugar de esta isla tenga su propia leyenda, aquí denominadas «saga». Una de ellas, recogida en el medieval Landnámabók (Libro de los asentamientos) nos cuenta como Þorir, un anciano ciego, salió un día a deambular por los contornos de su cabaña, y «sorprendentemente», vio cómo un enorme individuo se acercaba hasta la costa navegando en un barco de acero. El gigante, desembarcó y caminó hasta alcanzar a la granja Hrip, donde elevó su báculo de hierro para hincarlo en el suelo. Justamente en ese lugar y esa misma noche, se produjo una enorme erupción cuyo resultado fue el curioso cráter Eldborg. Su silueta en la lejanía nos da la bienvenida a esta enigmática península.
Situada al noroeste del Borgarfjörður (Fiordo de Borg), la península de Snæfellsnes es una estrecha banda de tierra volcánica que se interna en el océano, entre Reykjavik y el territorio de los fiordos de noroeste «Vestfirðir. Dominada por el mítico y literario glaciar-volcán Snaefellsjökull, en ella increíbles y antojadizas montañas emergen desde el inmediato mar creando naturales y sorprendentes escenarios, abriéndose a sus pies abruptos acantilados poblados de aves marinas y dispares playas: unas de doradas arenas, otras de guijarros negros cual azabache.
La magia de sus leyendas se encuentra por cada uno de sus rincones, a cada paso que el viajero dá, es trasladado oníricamente al comienzo de la historia del país y sus sagas. Es el caso del relato de «Bárður» narrado a través de la «Bárðar saga Snæfellsáss», que cual imaginario cicerone nos acompañara durante todo nuestro recorrido por estas tierras. En ella se cuenta como Bárður Snæfellsás, del que toma el nombre esta tierra, hijo de un rey noruego (de ascendencia mixta de troll y humano), y un tipo descomunal, medio hombre medio gigante, colonizó estos parajes. Llegado desde noruega hasta estas costas desembarcó en Djupalon, donde construyó una granja cercana a la que llamó Laugarbrekka, en la que tuvo dos hijas, también corpulentas pero de buen ver, Helga y Gestr, y donde muy cerca convivía su hermano Þorkell, padre de dos chicos llamados Raudfelður y Solvi, soliendo juguetear juntos los unos con los otros. Pero un día de niebla a la orilla del mar, divirtiéndose los cuatro jóvenes, cuando ya la banquisa de hielo había desaparecido, se acercó a tierra un gran témpano helado. Helga (la mayor de las dos hermanas) se subió encima y Raudfelður la empujó mar adentro. El iceberg se fue a la deriva terminando su periplo en Groenlandia. La furia de Bárður fue tan grande que arrojó a Raudfelður al barranco de Raudfeldsgja, precipitando posteriormente a Solvi por el acantilado de Sölvahamar, luego él mismo desapareció para siempre entre los hielos del glaciar de Snaefellsjökull, por donde al parecer sigue vagando su espíritu. La «saga» está llena de incidentes sobrenaturales, y en ella se asevera que Bárður dejó escondido un tesoro junto al valle de Saxholsdalur, bajo el monte Bardarkista (Pecho de Barður). Estando considerados, aun hoy en día, por muchos de los habitantes de estos dominios a Bárður y sus hijas como seres protectores de la zona.
El primer punto de este mágico recorrido al que nos traslada el enigmático adalid que virtualmente nos hace de guía, es la grieta Rauðfeldsgjá, donde nuestro arcano e irreal acompañante precipitó a uno de sus sobrinos. Se trata de una de las oquedades más peculiares de Islandia, estrecha, alta, y teñidas sus paredes por el verdor del musgo. Situada frente a la bahía de Breiðavík, en la base oriental de la montaña Botnsfjall, y a pocos metros de la carretera, esta enorme y angosta diaclasa se puede recorrer hasta llegar a su oculta cascada.
El cambiante clima islandés hoy nos dará un respiro en recorrer todo el perímetro de esta magnífica península. Ascendemos por la pista que nos acerca hasta el levante del glacial Snaefellsjökull y acercarnos hasta su cráter, pero la niebla, el frio y el aire nos impiden poder llegar a él, solo nuestra mente puede hacer ese viaje al que Julio Verne nos traslada en los párrafos del «Viaje al centro de la tierra». Lejos de recursos literarios, este paraje está considerado como uno de los puntos de la Tierra con mayor energía cósmica. Lugar donde anualmente se celebra una reunión mística, viniendo cada verano gentes de todas partes del mundo para recargar y revitalizar y sus cuerpos, en la creencia de la existencia de poderes esotéricos. Será porque bajos sus hielos aun se encuentran las misteriosas energías del arcaico protector de esta península, que se confinó bajo sus hielos al final de su historia.
Poco más abajo de las perpetuas nieves, se encuentra Sönghellir, la más famosa de las «cuevas cantarinas» que existen en toda Islandia. De nuevo un punto notorio en la existencia del gigante Bárður, pues esta oquedad proporcionó refugio para él y su familia, después de trasladarse desde Noruega a Islandia a finales del siglo noveno, mientras que su granja «Laugarbrekka» se estaba levantando. Su nombre esta originado por la resonancia acústica que hay en su interior, un eco que repica, se expande y vibra por toda ella. Además, en sus paredes podemos observar gravadas inscripciones antiguas, entre ellas los nombres de Bjarni Pálsson y Eggert Ólafsson que recorrieron el país durante el siglo XVIII. Sönghellir es el nombre genérico a este tipo de oquedades con resonancia, habiendo en toda Islandia hasta seis de ellas. Siendo también afamada, la que se encuentra en las proximidades de Kirkjubæjarklaustur, al sur del país, donde las monjas que moraban en un convento ya desaparecido, solían cantar dentro de la cueva para recibir, «de buena gana», a los monjes que vivían en el cercano monasterio de Thykkvabæjar.
Las vistas desde este lugar son impresionantes, la sugestiva silueta piramidal del Stapafell, que se extiende hacia el sur desde las faldas del glaciar, se interpone entre nosotros y el mar. En su cúspide un nuevo misterio, la roca Fellskross, que cual ciclópeo hito o mojón, domina toda la inmensidad, señal de poderes sagrados durante los tiempos vikingos, y supuesta morada de «gentes ocultas» los elfos.Icelanders say that Sönghellir on Snæfellsnes provided shelter for the settler Bárður Snæfellsás and his family, after relocating from Norway to Iceland at the end of the 9th century, while their farm was being built.
A la sombra de esta extraña montaña, en la costa sur de la península, se encuentran las pequeñas y coloridas poblaciones de Arnarstapi y Hellnar, unidas por un bucólico sendero a la orilla del mar. A un lado del camino los basálticos acantilados repletos de aves y al otro, espaciosos y verdes prados que se extienden hasta la singular y fotogénica cumbre, en verdad un recorrido agradable. Durante el paseo, observamos la laguna formada por el cráter de Bardarlaug, que deriva su nombre también del mago Bárður, quien al parecer la utilizaba para el baño. Cerca del cráter Bardarlaug permanecen los vestigios de la antigua granja Laugarbrekka (según la leyenda lugar de residencia de nuestro mítico cicerone por estas tierras), y donde hacia el año 980, nació Guðríður Þorbjarnardóttir, la mujer más viajera de su tiempo.
A unos 10 km. al oeste de Hellnar, se encuentra Malarrifsviti, con su granja, playa y faro. Desde aquí, podemos ver al fondo como sobresalen junto al mar las escarpadas rocas de Londrangar, que en realidad son un par de basálticas chimeneas volcánicas, restos duros de un antiguo volcán que la erosión del mar y los vientos ha hecho desaparecer. Con una altura considerable son un espectáculo singular, donde les gusta anidar a las aves, en especial a frailecillos y gaviotas. Y de nuevo los enigmas nos acompañan, ya que los agricultores de la zona nunca recogen el heno de sus alrededores, pues dicen pertenece a los «elfos» que viven en ella, y no solo eso, un cuento relata como el poeta Kolbeinn Joklaskald, tuvo en sus proximidades un encuentro misterioso con el mismísimo diablo.
Más adelante, atravesando un campo de lava, nos detenemos en la playa de Djúpalónssandur, un lugar más para visitar en la península. Cubierta de negros guijarros, restos de lava pulidos por el viento y las monótonas y pertinaces olas, la convierte en uno de los lugares más visitados del parque, siendo las panorámicas del glaciar-volcán desde este punto extraordinarias. En ella se pueden ver los restos de un antiguo naufragio, así como unas curiosas rocas redondas que antaño, los aspirantes a marineros debían mover para demostrar su fuerza. Ahora el lugar está casi desierto, destacando entre su soledad el gran peñasco de Tróllakirkja, la iglesia de los trolls.
Caminamos por encima de los acantilados para llegar a la vecina y también negra ensenada de Dritvík, durante siglos uno de los más ricos fondeaderos de pesca en Islandia, donde alrededor de 60 barcos salían diariamente a pescar con entre 300 o 400 pescadores. En sus proximidades un nuevo misterio nos espera, en medio de la nada, entre los hierbajos de la colina que desciende hacia el mar, nos encontramos el laberinto de Suðurbarðinn elaborado con piedras de lava, como uno de esos juegos infantiles pero en grande, donde se tiene que encontrar el camino hacia su centro para poder ser gratificado.
Se le atribuyen una centena de años, pero puede ser bastante más anterior, pues tal como Dédalo en Creta construyó el suyo para que el rey Minos encerrase al Minotauro, los vikingos ya empleaban los laberintos como instrumentos de poder y conseguir lucidez antes de salir al mar. En Escandinavia sobre las costas del Báltico, se hallan hoy en día restos de piedras y cantos rodados usados por los antiguos nórdicos para delimitar las paredes de aquellos viejos laberintos. Posteriormente la cultura cristiana también incorporó estas geometrías laberínticas en sus templos medievales para fortalecer la energía de sus construcciones, como podemos ver en el colosal laberinto a la entrada de la catedral de Chartres, o en la de Reims.
Nuestro siguiente paso es adentrarnos en las entrañas de la tierra, pero sin visitar el averno, para ello nos acercamos hasta la cueva Vatnshellir (cueva del agua). Se trata de una oquedad formada entre 4.000 y 6.000 años atrás, mediante diversas erupciones de un cercano volcán. Con una longitud aproximada de 200 m. está dividida en tres secciones, mostrándonos varios tubos de lava interconectados y algunas formaciones espectaculares. Se accede a ella por una estrecha escalera de caracol, hasta su profundidad, donde sin luz ni ruido, las sensaciones son muy extrañas y curiosas.
Conducimos en dirección a la costa norte, observando a nuestra izquierda, la silueta del cráter Saxhóll, cuya formación se produjo hace 3.000 y 4.000 años. Se encuentra ubicado, en el valle de Saxholsdalur, donde nuestro ya familiar Bárður escondió su tesoro.
Un punto perdido recomendable al que acercarnos y con unas vistas impresionaste, es el remoto faro de Öndverdarnes, ubicado en la punta más occidental de la península. Donde en dirección el sur se sitúan los oscuros y enormes acantilados de Svörtuloft, una reserva de aves marinas y magnifico lugar para ver el romper de las olas. Junto a la llamativa construcción naranja de la farola, en lo profundo de la tierra, se halla el viejo pozo conocido como «Falki» (halcón), que con sus 18 escalones es único en toda la zona donde antaño abastecerse de agua. Antiguos relatos, nos han trasladado la creencia de que los «halcones» se encontraban en el lugar tres fuentes diferentes: una de agua dulce, otra con minerales y una tercera salobre.
Desde aquí ya se divisa la antena de Hellissandur, que con sus 412 m. está considerada como una de las estructuras más altas de Europa, 100 metros por encima de la Torre Eiffel. Construida por el ejército de los EE.UU, hoy sirve para la radio y televisión islandesas.
Un poco más adelante, un pequeño desvió la derecha nos depositara en la solitaria iglesia de Ingjaldshólskirkja, que en el pasado fue parte de una gran mansión, donde al parecer Cristóbal Colón pasó aquí el invierno de 1477, cuando solo era un comerciante que navegaba por estos mares, y donde el almirante de la Mar Océano escuchó las proezas de los vikingos que descubrieron unas tierras al oeste, lo le pudo motivar su viaje a América en 1492.
Grundarfjörður, con apenas 1000 habitantes nos recibe de forma agradable aun siendo una desapacible tarde de plomizos y grises cielos, siendo en esta población donde nuestros cuerpos descansaran del intenso día. La localidad se ubica en una gran bahía, custodiada por la esbelta y desafiante silueta del monte Kirkjufell, que adentrándose en el mar, forma una pequeña y original península frete a la villa. Un paraje insinuante, tan hermoso como toda esta costa que hemos recorrido, uno más de los increíblemente bellos lugares que destacan en la península de Snæfellsnes.
Por la mañana temprano, llegados a la población de Stykkishólmur, partimos en ferry camino de los Vestfirðir, los olvidados Fiordos del Noroeste. Despidiéndonos de nuestro original, figurado y virtual anfitrión Bárður, vaticinándonos, que por el resto de nuestro periplo volveremos a encontrarnos con oníricos personajes como él, que también se ofrecerán para revelarnos la magia de su enigmático país…………….. pero esto ya es otra historia.